CAPÍTULO SIETE: LA DÉCADA PRODIGIOSA (1960 - 1969)

Presentación

Llegamos a una década asombrosa en la historia de la tabla peruana: los años sesenta. Con la llegada de las tablas de madera balsa traídas por Eduardo Arena Costa, y con la difusión de las tablas que fabricaron Luciano Montero y Gerhardt Schreier, además de la tabla de foam poliuretano que en 1957 le regalaron a Carlos Rey y Lama un conjunto de admiradoras hawaianas y finalmente, las tablas de foam poliuretano que traía Hobie, el número de tablistas creció considerablemente, al punto que pronto la tabla fue destacándose como uno de los deportes más populares y exitosos del país.

 

Quien vivió la aventura de ser tablista en los años sesenta, leerá estas páginas embargado por la nostalgia, porque el nombre del Perú llegó muy alto en el universo de la tabla mundial, cuando los nombres de Héctor Velarde, Felipe Pomar, Joaquín Miró Quesada, Miguel Plaza, Francisco Aramburú, Gustavo Tode, Carlos Velarde, Sergio Barreda y Eduardo Arena, entre otros, eran mencionados con respeto por los tablistas de todo el mundo, y cuando esta fiebre desatada propició que nuestros deportistas recorrieran el territorio peruano en busca de olas, encontrando rompientes que hoy son legendarias: Punta Rocas, Pico Alto, La Herradura, Chicama, Bermejo, entre otras.


En sentido horario: Juan Peña, Manuel Maldonado, Pedro Zavala y Rafael Berenguel (arrodillado) en el Club Topanga de Barranco. Sergio y Carlos Barreda en el Club Makaha, 1960. Socios del Club Topanga. Vista panorámica del Club Waikiki, Miraflores. Sonia Costa de Barreda. Vista del Club Makaha, Miraflores. Páginas anteriores: Felipe Pomar en Haleiwa, Hawái, durante el Haleiwa International Championships 1967.

 

Una mirada al pasado: las playas y las tablas en la década 60

A principios de los sesenta, el panorama de Lima era muy distinto a lo que es en la actualidad. Todavía no se había construido el circuito de playas Costa Verde, y las olas aún venían a morir en las orillas del Club Waikiki. Para llegar a otras rompientes, los tablistas debían ir remando. Playas como La Pampilla y Redondo exigían que los tablistas emprendieran largas remadas, y el aislamiento de los diversos clubes que iban surgiendo pronto se acabaría. Rafael Berenguel nos contó que él corría las olas de Agua Dulce y el Regatas. Pero hubo un día, en donde el mar estaba particularmente grande, y Berenguel tomó una ola gigantesca que lo llevó a lo largo de la bahía hasta llegar a los baños de Barranco, donde se estaba empezando a levantar el Club Topanga. Rafael se encontró de pronto con un hospitalario grupo de tablistas que no había conocido antes, y constató que la fiebre de la tabla se estaba adueñando de los bañistas de Lima.

 

 

El Club Topanga, sin embargo, venía funcionando desde 1956, y fue creado por los tablistas barranquinos que, al igual que sus hermanos miraflorinos, aprovecharon las instalaciones de los Baños Municipales para guardar sus tablas, crear un espacio común para disfrutar del oleaje y, poco a poco, consolidar lo que se llamaría el Club Topanga. En el año 1961 Rafael Berenguel y Manuel Maldonado se asimilaron al Club Topanga, que por entonces estaba presidido por Alfredo De Paz. Ese mismo año, el Club Topanga se fusionó con el Club Makaha, bajo el nombre de este último, iniciándose la mejor época del Club Makaha. Con el tiempo, los vínculos entre los clubes limeños se estrecharían, y empezaron a surgir los interesantes torneos interclubes, que se disputaban como en familia.


Arriba: El Club Waikiki a mediados de la década de 1960 y sus escaleras que daban al mar. Izquierda: “Wayo” Whilar, uno de los shapers peruanos más importantes, le da forma a una tabla hawaiana. Sus tablas han sido usadas por los mejores tablistas locales durante décadas. La calidad de sus diseños se mantiene hasta el día de hoy. Derecha: Fernando Ortiz de Zevallos, Teddy Harmsen, Jota Miró Quesada e Iván Sardá en el taller de Clark Foam. Km 40 de la Panamericana Sur.

 

 

Por aquellos días, empezaba a declinar el imperio de las tablas de madera balsa, que pronto sucumbieron ante la llegada de las primeras tablas de foam poliuretano. La primera tabla de esa espuma llegó a nuestras costas en marzo de 1957 y fue enviada en barco desde Hawái. Se trataba de un regalo para Carlos Rey y Lama, cortesía de sus amigas hawaianas Betty Heldrich, Ethel Kukea y Ann Lamont, pero dicha tabla no fue utilizada sino hasta 1958. La primera marca en llegar masivamente al Perú fue Hobie, que las importaba Alfonso Navarro Denegri. En seguida llegaron las tablas Greg Noll (que patrocinaba a Felipe Pomar), Baysee, Hansen (que se vendían en el supermercado Todos), Micky Dora (modelo Da Cat, aún hay una en Lima), también las Jacobs, Bunger y Surfboards Hawaii. La tienda Deportes Acapulco importaba de Australia las tablas Ron y Keoki. Táter Ledgard traía las Harbour, modelos Cheater y Trestle Special. “Modesto” Vega traía las Penetrator, un modelo de John Peck que el mismo trae por primera vez al Perú durante un campeonato (fue el primer tablista en entubarse contra su lado en Pipeline). Luis Malpartida trajo las tablas Gordon Smith. Lucas Tramontana vendía las tablas Rick y Brewer. Asimismo Alfredo y Carlos Málaga importaban las Surfboards House. En esa época también llegaron otras marcas, hasta que se cancelaron las importaciones cuando empezó el gobierno militar.

 

 

Pronto surgirían los primeros shapers nacionales. El primero fue José Orihuela, quien trabajando con su hermano Ricardo, proporcionó a los tablistas peruanos un arsenal de tablas de foam poliuretano revestidas con fibra de vidrio. La calidad y maniobrabilidad de estas tablas permitió que sobre nuestras olas se desarrollaran estilos cada vez más radicales, aunque las dimensiones de las tablas seguían siendo gigantescas. Para que nuestros lectores se den una idea, el Gordo Barreda nos contó que, por lo menos hasta 1967 ellos seguían corriendo con tablas de más de 9 pies de altura. Después aparecieron las tablas de Richard Malachosky, Nino Cicirello, la Paja Systems de Dante Poggi, Magus de Gustavo Reátegui, las tablas de Wayo Whilar, las Gubbins de los hermanos Tato y Guayo, y las tablas La Villa de Iván Sardá, Carlos Barreda y Fernan Ortiz de Zevallos, que fue el taller de tablas más grande en ese periodo. Todos habían sido iniciados en el arte de fabricar tablas por un célebre californiano que vivía en Hawái llamado Dennis Choate, que se asoció con Aldo Fosca y fabricaron tablas en Lima con la marca Pacific Surfboards en el techo de la casa de Aldo. Ese taller fue la escuela de nuestros primeros shapers.


Héctor Velarde, Carlos Velarde, Felipe Pomar y Francisco Aramburú.

 

La Herradura - Waikiki

Anualmente, y desde 1955, los tablistas nacionales se embarcaron en la mítica remada de velocidad de seis millas entre La Herradura y el Club Waikiki, estableciendo año a año récords sumamente interesantes. En 1955 por ejemplo, el californiano Albert Dowden cubrió esa distancia en 55 minutos, y al año siguiente, el hawaiano Rabbit Kekai conseguía romper esta sólida marca al estampar el increíble registro de 44 minutos. Carlos Velarde fue el ganador en 1957 cuando cubrió la distancia que separaba ambas playas en 48 minutos, convirtiéndose en el primer peruano en inscribir su nombre en la selecta galería de campeones. Al año siguiente, en 1958, Augusto Mulanovich realizaba la titánica jornada en 51 minutos, y Germán Costa cerraba la década de los cincuenta al culminar la travesía de 1959 en 56 minutos clavados.

 

A inicios de la década de los sesenta, el californiano John Severson establecería un récord impresionante, cuando logró superar la marca de Rabbit Kekai y unió las dos playas en apenas 43 minutos. Corría entonces el año de 1960 y Severson, aunque satisfecho por su victoria, no pudo quedar menos que impresionado con la performance de Héctor Velarde, a quien logró ganarle por apenas una décima de segundo. La clásica competencia que unía La Herradura con Waikiki reunía, año a año, a nuestros mejores tablistas en las blancas arenas de La Herradura, dispuestos a lanzarse sobre el agua cuando un juez indicaba la largada con un sonoro disparo de salva.


Remadores llegando al club Waikiki, Miraflores.

 

Para destacar en esta competencia, se requería de un físico extraordinario, pero también de un conocimiento absoluto del comportamiento del mar. Vencer el oleaje y derrotar a las corrientes eran parte de la prueba, que culminaba cuando el tablista más rápido llegaba a la orilla pedregosa del Waikiki, arrojaba su tabla y corría, ajeno a las mordeduras de las piedras o al punzón de los erizos, para tocar con la mano una banda colocada en la orilla. Lo interesante del caso es que, cuando los tablistas habían cruzado el 95 por ciento del recorrido, llegaban a la reventazón de Miraflores y luchaban por agarrar una ola que les permitiera culminar la jornada corriéndola. En 1960 John Severson y Héctor Velarde llegaron al mismo tiempo a la reventazón, y tomaron la misma ola, sobre la cual se deslizaron mirando fijamente la orilla plagada de fanáticos.

 

No contento con el apretado margen que le permitió vencer a duras penas a Héctor Velarde, John Severson se presentó al año siguiente en las arenas de La Herradura, en 1961 para ganar esta vez categóricamente con 46 minutos clavados. El récord de 43 minutos quedaba de esta manera intacto, y hubo que esperar hasta el año siguiente, es decir, hasta 1962 para que un joven tablista peruano impusiera la marca más impresionante de todas. Se trataba de un muchacho recio, sumamente inteligente, y fanático de la tabla, que se arrojó en las aguas de La Herradura como si huyera de un terremoto, cruzó los peñascos del Salto del Fraile como un pez, pasó frente al Regatas como un velero y llegó al Waikiki de pie, corriendo majestuosamente sobre una ola soberbia para culminar la travesía en el alucinante tiempo de 41 minutos y medio. Este chico, cuya sonrisa apareció retratada en todos los diarios de Lima, tenía dieciocho años y se llamaba Felipe Pomar.

El vigésimo aniversario del Club Waikiki

En 1962, el legendario Club Waikiki celebraría el 7 diciembre dos décadas de ser creado, y su presidente, el gran Carlos Rey y Lama, decide festejarlo a lo grande. Gracias a las reglas introducidas por George Downing en los años cincuenta, nuestros tablistas se ejercitaban en todo tipo de competencias. Como las titánicas remadas desde La Herradura al Waikiki, las durísimas carreras de mil metros, las elegantes acrobacias del tándem, las emocionantes pruebas de postas y, por supuesto, las radicales pruebas de habilidad en ola chica. Junto a los experimentados tablistas de ola grande, nuestros tablistas se convirtieron en verdaderos acróbatas sobre el agua, inventando y desarrollando un catálogo de maniobras capaces de sorprender a cualquiera. Correr una ola sentado en una silla instalada sobre la tabla, era tan difícil como correr una ola parado de cabeza, y sin embargo, esas destrezas eran vistas en las olas de Miraflores.

 

En 1962 los pioneros del Club Waikiki se pusieron de acuerdo para marcar un hito en la historia de la tabla mundial. Nacido en las conversaciones en el mar, la organización del primer campeonato mundial de tabla se fue apoderando de las mentes de los waikikianos, al punto de convertirse en una verdadera obsesión. Nunca, hasta entonces, se había realizado en el mundo un evento de semejante naturaleza, y los peruanos, que entonces éramos una superpotencia en la tabla, decidimos organizar un campeonato que convocara a los mejores tablistas del mundo.


Izquierda: Carlos Rey y Lama junto a Duke Kahanamoku en Hawái. Derecha: Bob Pike (Australia), Ricardo “Chato” Letts, Rafael “Mota” Navarro, Carlos Velarde, Fred Hemmings (Hawái) y Miguel Plaza, momentos antes de entrar a la serie eliminatoria en Kon-Tiki.

 

La Comisión Nacional de Tabla Hawaiana

Esta feliz iniciativa venía respaldada por la aprobación, el 26 de enero de 1962, de la Comisión Nacional de Tabla Hawaiana, gracias a la cual el Comité Nacional de Deportes reconoció a la tabla como un deporte nacional. Dicha iniciativa partió de los socios del Club Waikiki, en especial de Carlos Rey y Lama, quien había elevado el 26 de agosto de 1961, una solicitud dirigida a Luis Marrou Correa, entonces Presidente del Comité Nacional de Deportes, en la que se pedía considerar al deporte de la tabla dentro del comité.

 

En dicho documento se explica que el Club Waikiki estaba a punto de cumplir sus 20 años de fundación, y que en ese momento la tabla contaba con un importante número de practicantes. Otro motivo que se aduce en la carta era la formación de nuevos clubes similares al Waikiki; que el deporte lo practicaban niños menores de 14 años y también damas; que además de las rompientes de Waikiki y Kon Tiki, se habían descubierto buenas olas en Cerro Azul, Pasamayo y Villa, junto a Huanchaco, en Trujillo; finalmente, se menciona que existía un proyecto para realizar un campeonato mundial que convocaría a los mejores representantes de Hawái, California, Australia, Francia y Sudáfrica. Tales fueron las razones que impulsaron a los socios del Club Waikiki a elevar la solicitud mencionada, con el fin de “cooperar con el deporte en general, y lograr que la tabla sea considerada como deporte reconocido por el comité, para formar la Comisión Nacional de Tabla”, lo cual redundaría en la captación de un número mayor de adeptos. El documento, amablemente cedido por Carlos Rey y Lama para la elaboración de este libro, resulta muy interesante, porque demuestra la difusión que la tabla había logrado en 20 años. Además relata que en 1961 el número de tablistas ya superaba los tres centenares.


Rafael Berenguel corriendo una izquierda en la caleta de Cerro Azul, al sur de Lima (1963).

 

Peruanos en la vanguardia

Algunos dicen que el primer campeonato mundial de tabla fue el que se realizó en el año de 1964 en Australia. Otros piensan que definitivamente fue el realizado en Perú en 1965. Hasta el día de hoy, sin embargo, nadie ha hecho mayores referencias al campeonato mundial que se realizó en el Perú en 1962. Uno lee los recortes periodísticos de 1962 y se encuentra con bastantes sorpresas. El Comercio, La Prensa y, en general, todo el periodismo de la época, se refiere a dicho campeonato como el primer campeonato mundial. Pero claro, algunos podrían pensar que, como se trata de prensa peruana, es natural que nosotros nos adjudiquemos el privilegio de haber sido los primeros. Sin embargo, la cosa cambia cuando leemos una nota publicada en febrero de 1962 por el diario Le Monde, donde se lee que una delegación de tablistas franceses viajaba al Perú para la realización del primer campeonato mundial de tabla.

 

El presidente del Club Waikiki era Carlos Rey y Lama, en sus valiosos archivos encontramos la verdad de esta historia. Gracias a esos documentos sabemos ahora que el primer presidente de la Comisión Nacional de Tabla Hawaiana fue el legendario Alfredo Granda, cuyas hazañas, descritas en el capítulo anterior, habrían de tomar un nuevo giro cuando decidió encabezar la junta organizadora del primer torneo mundial de tabla. La idea era presentar una verdadera delegación peruana, para lo cual se invitó a los miembros de los demás clubes. Es por eso que los nombres de Alfredo Álvarez Calderón, Luis Arguedas, Andrés Aramburú y Raúl Risso merecen una mención especial en este libro. Ellos representaban a los clubes Waikiki, Makaha y Pacífico Sur. Y junto a Carlos Rey y Lama, decidieron extender invitaciones a los seleccionados de Hawái, California, Australia y Francia. Estas potencias configuraban el verdadero universo de la tabla mundial, y la idea de reunirlos en un campeonato para decidir quién era el mejor del mundo era sencilla y absolutamente genial.


Tablistas compartiendo y corriendo olas de excelente forma y condición en las derechas de Pasamayo (1969).

 

La primera competencia mundial de tabla

Mientras una multitud de tablistas peruanos se entregaba a sesiones interminables de entrenamiento en Miraflores, Kon Tiki y Pasamayo, las invitaciones fueron extendidas a las potencias de la tabla mundial. Las respuestas no tardaron en llegar y Hawái decidió enviar al Perú a su flamante campeón José Angel, mientras California seleccionaba a John Severson, Mike Diffenderfer y Kenneth Kesson. Australia, por su parte, tomó la resolución de participar en la primera competencia mundial con una delegación conformada por los legendarios Bob Pike y Michael Hickey. Junto a ellos, el club fundado en Biarritz por nuestro compatriota Carlos Dogny eligió, para representar los colores de Francia, a Jacques Roth y a Joaquin Moraetz.

 

Son numerosos los medios de prensa que cubrieron el magno evento. En los archivos de Carlos Rey y Lama encontramos una breve nota publicada por el diario El Comercio, que habla del entrenamiento de los tablistas peruanos, y refiriéndose a un campeonato local realizado en Kon Tiki, dice lo siguiente: “Los amantes de este deporte han enfrentado olas de ocho metros de altura con una velocidad superior a los ochenta kilómetros por hora. La caída de una ola de esta altura es comparada a la sensación que se tendría al caer de un edificio de cinco pisos”. La nota, más allá de la increíble anécdota que cuenta, es sumamente valiosa porque detalla la intensidad del compromiso que asumieron los tablistas peruanos, y la sagacidad con que decidieron ponerse en forma para poder desafiar el talento de los tablistas visitantes.

 

Las olas de Kon Tiki fueron virtualmente tomadas por asalto por una legión de corredores de ola grande, seguidores de Los Tres Mosqueteros, por que sabían que el evento decisivo se realizaría en dicha rompiente. La fiebre de la tabla se había apoderado de los peruanos, y ni siquiera las mujeres se vieron excluidas del fenómeno. La prensa peruana comenta, en sus notas correspondientes a enero y febrero de 1962 la insólita noticia de que Gladys Zender, la Miss Universo de 1957 estaba considerando la posibilidad de participar en la selección femenina del Perú. Miles de bañistas se volcaron a la playa con la esperanza de contemplarla en traje de baño, y se encontraron con la belleza incomparable de Mannie Rey, Eve Eyzaguirre y Pilar Merino, quienes disfrutaban las olas junto a Sonia Barreda, Ive Kessel, Olga Pardo, Carmen Pastorelli y Lucha Velarde.

La verdadera historia

Parte importante de nuestro trabajo de investigación ha consistido en entrevistar a los tablistas más destacados de todas las generaciones, para recoger sus testimonios con respecto al paso de la tabla hawaiana por sus vidas. Al recordar el verano de 1962 a muchos de ellos les brillaron los ojos, como sucede con las personas que recuerdan intensamente épocas en que fueron absolutamente felices. La abundancia de testimonios para la confección de este capítulo, dedicado íntegramente a la década de los sesenta, con más de cuarenta entrevistas, nos ha permitido recrear las incidencias de la primera competencia mundial de tabla.

 

Los principales eventos que se habían programado para elegir al campeón mundial eran diversos, y seguían básicamente las normas establecidas por George Downing en su visita de 1954. Así, se decidió que habría una carrera de 1,000 metros para los fundadores, evento en el que participaron los gloriosos Carlos Dogny Larco, César Barrios, Jorge Helguero y Carlos Origgi. Por otro lado, la prueba de 2,000 metros estaba abierta para todos los participantes, y otra prueba, la de postas de 4 x 2,000 metros, obligó a los organizadores a dividir en tres equipos a los participantes. Esta prueba exigía equipos de cuatro personas, así que los tablistas californianos (John Severson, Mike Diffenderfer y Kenneth Kesson) corrieron junto a José Angel de Hawái para representar a los Estados Unidos, mientras los tablistas australianos (Bob Pike y Michael Hickey) participaron junto a los franceses (Jacques Roth y Joaquin Moraetz) para formar el otro equipo que habría de enfrentarse al seleccionado peruano, conformado por los veloces Carlos Velarde, Héctor Velarde, Francisco Aramburú y Felipe Pomar. Otro evento programado para el mundial era la clásica remada de fuerza entre La Herradura y el Club Waikiki. Junto a este evento, también se programó un campeonato de tándem, en el que las diferentes parejas debían procurar hacer las maniobras más llamativas para lograr un buen puntaje. Los tablistas extranjeros que no tenían pareja, correrían esta prueba acompañados por las ágiles tablistas de nuestro equipo femenino. Dos competencias de ola chica estaban programadas en las rompientes de Waikiki y Pasamayo, eventos que servirían de preámbulo a la prueba de ola grande programada en las turbulentas olas de Kon Tiki. Finalmente, el campeonato se decidiría con una emocionante carrera de 200 metros, en la que cada tablista debía hacer gala de toda su rapidez para cubrir esa distancia en el menor tiempo posible.

 

Cada una de estas pruebas era evaluada por un jurado que otorgaba diferentes puntajes. Así, por ejemplo, el ganador de la prueba de ola grande en Kon Tiki podía alcanzar un máximo de 10 puntos, mientras que al ganador de la prueba de 200 metros se le asignaban 6 puntos. El campeón mundial sería entonces la persona que lograra obtener el mayor puntaje sumando todas las pruebas, mientras que los ganadores de cada competencia serían coronados como campeones mundiales de cada una de las disciplinas. El diseño de esta competencia, por lo tanto, estaba enfocado a coronar al tablista más completo de todos, es decir, a aquél que sea no sólo capaz de correr las mejores olas de Kon Tiki, sino también a aquél que lograra buenos desempeños en las pruebas de fuerza (La Herradura - Waikiki), velocidad (2,000 metros, 1,000 metros, 200 metros) y elegancia (tándem).

 

Los directivos del Club Waikiki invirtieron un millón de soles en las obras de mejoramiento de su local principal, hecho que les permitió deslumbrar a los tablistas invitados con las hermosas instalaciones frente al agradable mar de Miraflores. En los periódicos locales, se informaba cada día como iba progresando el entrenamiento de cada tablista, y se cubría las actividades previas al torneo en sí.

 

Por ejemplo, muchos medios de prensa se dieron cita el 17 de febrero de 1962 en el Country Club de Villa, para presenciar la demostración de habilidad que los tablistas ofrecieron. Esta prueba, que nada tenía que ver con el campeonato, sirvió de termómetro para medir no sólo la habilidad de los diferentes contendores, sino también la reacción del público, que colmó las orillas de Villa mientras los tablistas se bajaban las explosivas campanas ante la mirada atónita de los espectadores. Todos los que conocen las olas en Villa pueden darse una idea de semejante espectáculo. A pocos metros de la orilla, se levanta una demoledora campana, que en los buenos días alcanza a medir cinco metros de altura. Así, vistos de cerca, los tablistas parecían verdaderos kamikazes. Ganó el australiano Bob Pike, y segundo quedó John Severson. También participaron Mike Hickey de Australia, Mike Diffendenfer de California, José Angel de Hawái, y los franceses Jacques Roth y Joaquin Moraitz, además de los peruanos Felipe Pomar, Héctor Velarde y otros.

 

Una de las más gratas sorpresas de esta competencia fue constatar la increíble cantidad de tablistas que representaron al Perú. Ellos fueron: Carlos Dogny, César Barrios, Jorge Helguero, Carlos Origgi, Guillermo Wiese, Eduardo Arena, Augusto Felipe Wiese, Francisco Aramburú, Fernando Costa, Leoncio Prado, Felipe Beltrán, Luis Caballero, Gustavo Tode, Rafael Navarro, Roberto Tode, Héctor Velarde, Max Peña, Carlos Velarde, José Peña, Mariano Prado, Felipe Pomar, Joaquín Miró Quesada, Carlos Ferreyros, Dennis Gonzáles, Fernando Arrarte, Alfredo Hohaguen y Richard Fernandini, siendo el gran ausente Federico “Pitty” Block, quien se hallaba en Chile representando al Perú en una carrera automovilística. El primer campeonato mundial de tabla se hizo del 10 al 19 de marzo de 1962.


Felipe Pomar junto a su padre, Felipe Pomar Tenaud, celebrando el triunfo en la remada La Herradura-Club Waikiki, en 1962.

 

La lucha de los campeones

El 10 de marzo de 1962 el Presidente de la República, don Manuel Prado Ugarteche, acompañado de su esposa, Clorinda Málaga de Prado visitó las instalaciones del Club Waikiki para inaugurar el primer campeonato mundial de tabla. Luciendo sendas sonrisas que denotan claramente su satisfacción, aparecen en muchas fotografías de la época Carlos Rey y Lama, Carlos Dogny, César Barrios, Enrique Prado y Carlos Origgi, además de Guillermo Wiese, Eduardo Arena, Alfredo Benavides, Augusto Felipe Wiese, Mariano Prado, Eric Rey de Castro, Javier Broggi, Carlos Tudela, Alfredo Hohaguen, Alfonso Miró Quesada, Raúl Risso y Frank Tweedle, entre otros, quienes tuvieron el privilegio de acompañar al presidente por las remozadas instalaciones del Club Waikiki, explicándole los detalles más interesantes de la organización del campeonato.

 

Nuestro primer campeón mundial fue el adolescente Francisco Aramburú, quien logró imponerse sobre sus treinta rivales en la dinámica carrera de 2,000 metros, venciendo a Héctor Velarde, Carlos Velarde y al australiano Bob Pike. Cuentan los diarios de la época que la velocidad alcanzada por Aramburú fue sorprendente, al punto que muchos pensaron que este jovencito, llamado a convertirse en una de las glorias de la tabla peruana, habría navegado con la velocidad y soltura de un delfín. El resultado de la prueba, considerando los puntos que incidían en el campeonato, fue el siguiente:

2,000 METROS

1. Francisco Aramburú 10 puntos
2. Héctor Velarde 8
3. Carlos Velarde 6
4. Bob Pike (Australia) 4

 

A este triunfo, le siguieron otras significativas victorias peruanas, como la que lograra Felipe Pomar al establecer un nuevo record de 41 minutos y 30 segundos en la remada de fuerza entre La Herradura y el Club Waikiki, imponiéndose soberbiamente sobre Francisco Aramburú, Bob Pike y Héctor Velarde:

LA HERRADURA - WAIKIKI

1. Felipe Pomar 41´30” 14 puntos
2. Francisco Aramburú 42´30” 10
3. Bob Pike (Australia) 42´31” 8
4. Héctor Velarde 43´15” 6

 

En la carrera de postas de 4 x 2,000 los tablistas peruanos obtuvieron un triunfo categórico, logrando el primer y tercer lugar, apabullando a sus rivales extranjeros:

POSTAS 4 X 2,000

1. H. Velarde, C. Velarde, F. Aramburú, F. Pomar 12 puntos
2. M. Diffenderfer, M. Hickey, J. Angel, B. Pike 8
3. G. Costa, J. Miró Quesada, M. Peña, A. Mulanovich 6

 

La única prueba en la que los peruanos no consiguieron coronarse campeones mundiales, fue la carrera de tándem de 1,000 metros, donde el hawaiano José Angel, gracias a la gracia inigualable de Mannie Rey (compañera habitual de Héctor Velarde) se adjudicó el primer lugar. Esta fue una muestra más de la caballerosidad de los competidores peruanos, que le permitieron a José Angel correr con Mannie Rey, quien entonces era la mejor sirena del tándem nacional, y que en todo caso, compartió con el hawaiano los honores del campeonato mundial. Cuentan los espectadores de la singular jornada, que las figuras de Mannie Rey sólo eran comparables con la gracia de una princesa de cuento de hadas, y que el jurado, impresionado con la velocidad de la pareja, les otorgó el título unánimemente:


Izquierda: John y Louise Severson en la prueba tándem. Derecha: Héctor Velarde haciendo una proeza.

 

TÁNDEM 1,000 METROS

1. José Angel, Mannie Rey 6 puntos
2. Alfredo Paz, Pilar Merino de Paz 4
3. John Severson, Louise Severson 2

 

En la prueba de habilidad sobre ola chica, destacó Leoncio Prado, descendiente de nuestro héroe nacional, dio la gran sorpresa, y se coronó como campeón mundial al imponerse sólidamente sobre el californiano Mike Diffenderfer, del gran Héctor Velarde y del también californiano Kenneth Kesson:

HABILIDAD - OLA CHICA

1. Leoncio Prado 10 puntos
2. Mike Diffenderfer (California) 8
3. Héctor Velarde 6
4. Kenneth Kesson (California) 4

 

En la prueba de habilidad en tándem, Héctor Velarde y Mannie Rey obtuvieron otro campeonato mundial, al dibujar figuras de inenarrable belleza sobre el agua e imponerse categóricamente sobre los esposos Severson y la legendaria pareja formada por Carlos Dogny y la bella Carmen Pastorelli. Héctor y Mannie eran los mejores exponentes del tándem peruano, y practicaban constantemente sobre las aguas del Waikiki las más bellas figuras:

HABILIDAD TÁNDEM

1. Héctor Velarde, Mannie Rey 8 puntos
2. John Severson, Louise Severson 6
3. Carlos Dogny, Carmen Pastorelli 4

 

Estas fueron las pruebas puntuables que pusieron a Héctor Velarde en una posición expectante para lograr el codiciado campeonato mundial. Hubo, sin embargo, otras pruebas que no contabilizaron para el mundial, pero cuyos resultados hemos rescatado del olvido para dar una idea a nuestros lectores de lo variado y emocionante que fue el primer torneo mundial de tabla. En la carrera de 200 metros para damas, la bella Pilar Merino se impuso apretadamente sobre Ive Kessel, Olga Pardo y Lucha Velarde. Los competidores masculinos cuentan que una sonrisa de aprobación se había adueñado de todos los presentes, ya que el sólo hecho de ver a estas bellezas en traje de baño bastaba para declarar un cuádruple empate. En la prueba de 1,000 metros, especialmente diseñada para los fundadores, Carlos Dogny volvió a imponer el peso de su leyenda, cuando venció a sus amigos Enrique Prado, Carlos Origgi y César Barrios. Los asistentes, sin embargo, ovacionaron de pie, y durante cinco largos minutos, a los fundadores del Club Waikiki, ya que ellos encarnaban los orígenes de la tabla hawaiana en el Perú, y todos, a su manera, eran vistos como campeones. En la carrera de 500 metros para damas, Sonia Barreda, madre del Gordo y el Flaco Barreda, salió vencedora sobre Pilar Merino y Mannie Rey, demostrando que sus hijos habían heredado sus habilidades de extraordinaria competidora.

 

Por último, en la carrera de 1,000 metros donde participaron 67 tablistas, salió victorioso Felipe Pomar, imponiéndose sobre Max Peña y Augusto Mulanovich. De esta manera, Felipe Pomar y Francisco Aramburú se convertían en los dos únicos tablistas capaces de amenazar la supremacía absoluta de Héctor Velarde, ya que faltando apenas dos pruebas para definir el torneo mundial, los resultados eran los siguientes:

RESULTADOS PARCIALES (FALTANDO DOS PRUEBAS)

1. Héctor Velarde 32 puntos
2. Felipe Pomar 23
3. Francisco Aramburú 23
4. John Severson 8


Izquierda: Tablista australiano Peter Troy. Derecha: De izquierda a derecha: Dorothy Jurado (Ecuador), Pilar Merino y Olga Pardo.

 

La final en Kon Tiki

Llegados a este punto, la atención de los participantes y los medios de prensa se volcó en lo que sucedería en la prueba de habilidad en ola grande a disputarse el 19 de marzo en Kon Tiki, ya que esta era la prueba que otorgaba el mayor número de puntos, y además, era la prueba donde los espectadores podrían ver a los tablistas enfrentándose a las olas gigantescas de Kon Tiki.

 

Héctor Velarde sabía perfectamente que necesitaba un buen resultado para mantenerse en la vanguardia, pero Felipe Pomar, que entonces era el tablista más hábil sobre las olas de Kon Tiki (había ganado recientemente un torneo interno en la famosa rompiente) era una seria amenaza. Las olas estuvieron en su punto, alcanzando algunas de ellas los cuatro metros de altura, y los peruanos infligieron una pavorosa derrota a sus rivales extranjeros cuando coparon, gracias a sus hábiles y arriesgadas maniobras, los tres primeros lugares del torneo. Felipe Pomar, sin embargo, no había conseguido atrapar una ola que le permitiera mostrar todo su dominio. Héctor Velarde, en una entrevista exclusiva concedida para la elaboración de este libro, nos contó que, faltando apenas seis minutos para culminar la final, Felipe tomó la mejor ola del día, y dibujó maniobras tan arriesgadas y perfectas que obligaron a John Severson a expresar un significativo “god damned”, cuya traducción más aproximada al español de nuestros días sería la expresión admirativa “maldito”. Pomar llegó a la orilla sonriendo, e inmediatamente fue alcanzado por una multitud enardecida para ser cargado sobre los hombros, el mejor tablista en Kon Tiki, en aquel lejano domingo 19 de marzo de 1962 fue indiscutiblemente Felipe Pomar. Gustavo Tode quedó segundo, y Héctor Velarde alcanzó un satisfactorio tercer lugar que lo mantenía en el liderazgo. Los resultados fueron los siguientes:

OLA GRANDE - KON TIKI

1. Felipe Pomar 16 puntos
2. Gustavo Tode 12
3. Héctor Velarde 10
4. John Severson (California) 8

 

Con semejante resultado, Felipe Pomar acumulaba 39 puntos, que junto a los 42 alcanzados por Héctor Velarde, provocaban que el campeonato estuviera en las manos de cualquiera de ambos. La prueba final, una carrera de 200 metros que se realizó inmediatamente, nos muestra que tan apretado fue el resultado que coronó al primer campeón mundial:

200 METROS VELOCIDAD

1. Carlos Velarde 6
2. Héctor Velarde 4
3. Felipe Pomar 2

 

Los hermanos Velarde coparon los dos primeros lugares, y Héctor se coronó como el primer campeón mundial de tabla, en virtud al esmero y tenacidad con que fue acumulando puntos a lo largo del torneo. El primero en felicitarlo, por supuesto, fue Felipe Pomar, quien consideró un verdadero privilegio haber quedado segundo, tan cerca de un deportista tan admirable como su amigo Héctor Velarde. Los resultados finales del primer campeonato mundial fueron los siguientes:

RESULTADO FINAL

1. Héctor Velarde 46 puntos
2. Felipe Pomar 41
3. Francisco Aramburú 23
4. John Severson (California) 16
5. Carlos Velarde 15
6. Bob Pike (Australia) 14
7. Gustavo Tode 12
8. Mike Diffenderfer (California) 10
9. Leoncio Prado 10
10. José Angel (Hawái) 8
11. Carlos Dogny 4
12. Kenneth Kesson (California) 4
13. Max Peña 4
14. Mike Hickey (Australia) 2
15. Augusto Mulanovich 2

 

Y el Perú, que arrasó en la mayor parte de las competencias, se coronó como la primera potencia mundial de tabla por la excelente organización y desempeño deportivo en este certamen, hecho que queda claramente demostrado si uno analiza los resultados finales:

COPA DE NACIONES

1. Perú 166 puntos
2. Estados Unidos 38
3. Australia 16
4. Francia 0


Foto previa al momento trágico en el cual Joaquín Miró Quesada pierde la vida corriendo la famosa y peligrosa ola de Pipeline en el North Shore de Oahu, Hawái. Joaquín dedicó su vida al deporte que amaba.

 

La saga de Joaquín Miró Quesada

Uno de los tablistas más trascendentales del Perú en la década 60, fue el recordado Joaquín Miró Quesada, quien empezó a figurar como un tablista genial al coronarse campeón nacional en los años de 1963 y 1964. Joaquín es recordado por los tablistas de su generación como uno de los impulsores de la nueva era de nuestro deporte. Si existió algún hombre que consagró su vida entera al culto de la tabla, ése hombre fue Joaquín “Shigi” Miró Quesada. Fue una inagotable fuente de inspiración para los tablistas de los sesenta y los setenta.

 

En este capítulo hallarás algunas hazañas deportivas en donde él fue protagonista. Shigi hacia estupendas fotos, escribía interesantes artículos y alentaba a sus amigos para emprender la búsqueda de nuevas olas. A los 22 años viajó a Hawái con Miguel Plaza y corrieron en Sunset Beach, Waimea Bay, Makaha, Yokohama Bay y en otras rompientes. En Pipeline finalizó su vida al ser arrojado por el mar contra el arrecife, corriendo una ola en donde se entubó sin poder salir.


Peter Troy corriendo una derecha con buena forma en Triángulo, Chorrillos.

 

Perú 1962 - Australia 1964

Estimulados y emocionados por la magnífica competencia mundial hecha en el Perú en 1962, organizada prolijamente por el Club Waikiki y la Comisión Nacional de Tabla Hawaiana, los australianos decidieron seguir el ejemplo de los peruanos y por ello, la Australian Surfriders Association (ASA) fue fundada en 1963 en Sydney por Bernard “Midget” Farrelly (su primer presidente), John Witzig, Stan Couper, Ross Kelly y Ray Young. Esta asociación convocó a los mejores tablistas del mundo para celebrar el siguiente torneo mundial en Sydney, Australia en 1964. A esta organización se asoció el emprendedor tablista australiano Bob Evans, creador de la revista Surfing World (fundada en 1962) quien además, era productor de películas de tabla. Evans hábilmente consiguió el patrocinio de Ampol Petroleum Limited.

 

Héctor Velarde, en su calidad de campeón mundial 1962, recibió una invitación oficial de la ASA para que participe en el campeonato denominado World Titles Sydney 1964. En la terraza del Club Waikiki, Velarde decide invitar a un socio para que lo acompañe, para usar los dos pasajes que le había obsequiado su padre, en recompensa por su estupenda victoria en la competencia mundial de 1962. “¿Quién viaja conmigo?” dijo Velarde en el club, levantando los dos pasajes con una mano. Eduardo Arena Costa levantó la mano y aceptó la generosa propuesta. En una entrevista exclusiva, Eduardo nos contó las incidencias del campeonato mundial hecho en Australia, en el que participaron tablistas de California, Hawái, Australia, Francia y Perú.

 

Se llevó a cabo en Sydney el 16 y 17 de mayo de 1964 y el ganador fue el australiano Bernard “Midget” Farrelly. Los dos peruanos encontraron un clima propicio, porque los diferentes tablistas convocados empezaban a acariciar la idea de formar una federación internacional que relacionara a los diferentes países tablistas del mundo. Esta idea colectiva fue acogida con entusiasmo por Eduardo, quien aportó tantas buenas ideas que fue elegido en Australia como el presidente de la nueva organización. En Australia, Eduardo audazmente anunció que el primer campeonato mundial de tabla oficial se organizaría en el Perú en 1965, con reglas creadas y aprobadas por las naciones fundadoras de la International Surfing Federation (ISF), organización que lideró Eduardo hasta el año 1972. Las competencias mundiales de 1962 en el Perú y la de 1964 en Australia, fueron dos importantes certámenes internacionales que afirmaron las ideas y el consentimiento para fundar una institución internacional que se encargue de normar y organizar las competencias de tabla mundiales.

 

El primer campeonato mundial de tabla oficial, se haría con un panel de jueces internacionales (uno de cada país) y con la participación de los campeones nacionales de los cinco países fundadores: Perú, Australia, Estados Unidos (Hawái y California), Sudáfrica y Francia. Todos los campeones viajarían al Perú con sus pasajes pagados por la ISF. También los gastos de su estadía fueron cubiertos por el país anfitrión, el Perú. Así se logró organizar, por primera vez en la historia de la tabla, una competencia mundial legítima reconocida por el Estado de cada una de las naciones participantes. La primera actividad emprendida por Eduardo Arena Costa fue pedirle a cada país que forme su federación nacional para que elijan a sus representantes, a los campeones nacionales hombre y mujer, para que se preparen para competir en la competencia mundial de 1965 en el Perú.

La consagración peruana en los años sesenta

Fue en la casa de Pancho Wiese y con la presencia de un notario público, en febrero del año de 1965, donde se fundó formalmente la International Surfing Federation (ISF). La presidencia la asumió Eduardo Arena y Luis Caballero fue nombrado secretario (es una importante tarea pendiente hallar el documento original, firmado por los representantes de las naciones, del acta de la fundación de la ISF). La intención de la ISF consistía en establecer y normar los reglamentos que permitieran la organización de los campeonatos mundiales de tabla, tomando como base las experiencias de los torneos organizados en el Perú en 1962 y en Australia en 1964.

 

Durante el cocktail que se hizo para despedir a todos los participantes del torneo mundial en Sydney, Eduardo Arena anunció allí que el Perú sería la sede del primer campeonato mundial organizado por la ISF, y aprovechando la ocasión, extendió una cordial invitación a todos los equipos que se habían reunido en Australia. Sobra decir que la propuesta fue recibida con la entera satisfacción de los equipos convocados. De hecho, los tablistas de entonces sabían perfectamente el lugar que el Perú ocupaba dentro del panorama mundial de la tabla, y tomando en cuenta la experiencia del campeonato mundial de 1962, no había razones para dudar del éxito inminente que tendría su organización a cargo de la directiva presidida por Eduardo Arena.

 

Reunir los fondos necesarios parecía una fantasía imposible de lograr. Sin embargo, gracias a la colaboración de diversas entidades como el diario El Comercio, Pepsi Cola, la Compañía Petrolera Lobitos, Aerolíneas Peruanas, la Corporación de Turismo y el Comité Nacional de Deportes, la comisión presidida por Eduardo Arena logró lo imposible. Estas organizaciones ayudaron a nuestros tablistas a escribir estas páginas gloriosas de nuestro deporte.

 

La admirable capacidad organizativa de Eduardo Arena llevó a nuestro tablista a visitar las oficinas de la empresa de televisión NBC en Nueva York, organismo que, al constatar la seriedad de Arena y la espectacularidad del evento que éste estaba organizando, no dudó un sólo instante en brindar todo su apoyo. La tabla había cautivado a un importante número de personas, y los ejecutivos de la NBC dieron en el blanco al intuir que la transmisión de un evento de naturaleza mundial, realizado en el idílico escenario de las costas peruanas, sería un gran éxito de sintonía.

 

Mientras tanto, las gestiones de la International Surfing Federation siguieron su curso, logrando que se formaran y legitimaran las asociaciones que representarían a cada país. Por aquellos días, las comunicaciones no habían alcanzado el grado de desarrollo con que cuentan hoy en día, y Eduardo Arena tenía que pedir, mediante una eficiente operadora, contactos vía télex con países tan disímiles y alejados entre sí cómo Australia, Sudáfrica, Francia y Estados Unidos. En una agradable conversación sostenida en su casa de San Isidro, Eduardo nos contó que la operadora, intrigada por las numerosas llamadas que recibía este señor desde los más remotos rincones del mundo, un buen día no pudo con su curiosidad y, luego de decirle que tenía dieciséis llamadas pendientes, se atrevió por fin a preguntarle: “Señor; ¿quién es usted?”. Seguramente habría imaginado que Eduardo Arena Costa era un importante funcionario del gobierno, un cónsul, o un agregado cultural. Lo cierto es que, salvando todas estas dificultades, Arena logró contactarse con las instituciones que representaban a los tablistas del mundo en ese momento, creando en ellas la conciencia de pertenecer a una entidad internacional.

 

Nueve fueron los países que elevaron a sus tablistas a la categoría oficial de “representantes deportivos”, gesto que resultaba fundamental para elevar la categoría del torneo a los niveles oficiales necesarios. A partir de este momento, podía hablarse sin discusión alguna de equipos nacionales, y los colores de las diversas banderas convocadas por la International Surfing Federation flamearían sabiendo que detrás de sus ondas latía el corazón de las naciones que escribieron estas páginas de la historia de la tabla mundial.

La elección del escenario

Una de las grandes preocupaciones de la flamante federación internacional era escoger el lugar más adecuado para que sirviera de escenario a la gran justa mundial. Naturalmente, los miembros del equipo peruano pensaron de inmediato en las olas de Kon Tiki, escenario de tantas competencias internacionales, cuya calidad había probado ser bastante satisfactoria, ya que el oleaje de Kon Tiki contaba con las cualidades necesarias para poner a prueba las habilidades de los diferentes participantes: tamaño, fuerza, constancia y velocidad.

 

Sin embargo, Kon Tiki presentaba serias dificultades si se tomaban en cuenta ciertos aspectos relacionados al espectáculo que se estaba planeando: por un lado, los jueces no disponían de un lugar adecuado para llevar a cabo sus funciones de calificación, y por otro lado, no existía un buen lugar para que el público pudiera disfrutar de las maniobras de los mejores tablistas del mundo. Los tablistas estaban en esas, discutiendo acaloradamente los pormenores del compromiso deportivo más importante en la historia de la tabla mundial, sopesando las ventajas y desventajas que ofrecía Kon Tiki, hasta que un buen día, se decidió trasladar el campeonato a la temible rompiente de Punta Rocas, corrida por primera vez en el verano de 1964 por un australiano trotamundos llamado Peter Troy y el peruano Rafael “Mota” Navarro. Esta playa que inicialmente había sido llamada con el espeluznante nombre de Punta Roca, y no Punta Rocas, como se le conoce hoy en día, poseía una explanada natural que facilitaría la labor de los jueces y le permitiría al público disfrutar el espectáculo.

El descubrimiento de Punta Rocas

Una cálida tarde de verano, en el año de 1964, Rafael Navarro y Peter Troy, que acababan de ser eliminados en las semifinales del campeonato internacional de ola grande en Kon Tiki, se fueron remando sobre sus tablas rumbo a las olas de Punta Rocas. Aunque varias veces nuestros tablistas habían divisado esas olas a lo lejos, lo cierto es que a nadie se le había ocurrido la descabellada idea de intentar correrlas. Básicamente porque el oleaje se estrellaba literalmente contra las rocas, infestadas de algas resbalosas, erizos, picos de loro, formaciones calcáreas y conchas punzo cortantes, convirtiendo la posibilidad de domar ese oleaje en poco menos que un acto suicida. Es necesario que nuestros lectores recuerden y consideren que por aquellos días no se conocía en la práctica de la tabla la existencia de la pita, que impide que la tabla nos abandone a la deriva, en medio del oleaje desencadenado del mar tempestuoso. Fue por ello que las pocas personas que vieron a Mota Navarro y a Peter Troy remando hacia la rompiente prohibida, no pudieron dejar de persignarse, rogando porque la locura de esos dos muchachos no les fuera a acarrear una muerte horripilante.

 

He aquí otro de esos momentos que hemos querido congelar para la memoria de las generaciones futuras. Las olas de Kon Tiki en ese día, según algunos testimonios, superaban en algunas series, los tres metros. Según Héctor Velarde, las personas que se hallaban apostadas en la explanada de Punta Rocas podían ser contadas por decenas. Muchos fueron los que pudieron ver a Mota y a Troy dominando las enormes olas, guardándose de no caer de sus tablas y dibujando sobre los lomos de las montañas de agua elegantes maniobras que abrieron los ojos de la mayoría de los testigos de esta hazaña.

El primer campeonato mundial ISF: Punta Rocas 1965

Llegó así la fecha indicada para el inicio del campeonato. Se trabajó intensamente y, como un complemento a los problemas que surgían como por encanto, Eduardo Arena sufrió un profundo corte en el pie que lo obligó a cojear durante todo el torneo. Fueron invitados por el Perú los jueces internacionales provenientes de los países participantes, y fue nombrado por unanimidad el juez general, cuya responsabilidad cayó sobre los hombros del experimentado y aguerrido tablista nacional Guillermo “Pancho” Wiese.

 

El éxito del primer torneo mundial de tabla oficial sobrepasó todas las expectativas, por lograr reunir a los tablistas que representaban la crema y nata del arriesgado deporte acuático. Al final de la competencia, que fue evaluada por un jurado absolutamente fidedigno e imparcial, Felipe Pomar Rospigliosi fue proclamado como el primer campeón mundial oficial, fallo que fue avalado por cuatro de los cinco jueces. La película producida por la NBC, fue transmitida en los Estados Unidos. La reacción del público norteamericano fue tal, que la NBC se vio obligada a retransmitirla de costa a costa. Un hecho sin precedentes en la historia de la televisión norteamericana.

Felipe Pomar, campeón mundial

Con tablistas provenientes de los Estados Unidos, Australia, Francia y Sudáfrica, se dio inicio al primer campeonato mundial de tabla organizado por la International Surfing Federation (ISF) el 18 de febrero de 1965. Las reglas estipuladas por los representantes de las naciones fundadoras de la flamante ISF, contemplaban que sólo la competencia de ola grande serviría para otorgar puntaje a los tablistas. De esta manera, y a diferencia de los campeonatos anteriores, se buscaba juzgar la habilidad de los deportistas sobre las olas, sin que los puntajes acumulados en las otras pruebas, como tándem, carreras de remada o postas influyeran en el resultado final. Con cuatro jueces extranjeros y uno nacional, se juzgaría a los tablistas según cuatro criterios: la mayor velocidad sobre una ola, el recorrido más largo, la ubicación en la parte más peligrosa de la ola, y las mejores maniobras funcionales. Los equipos de cada nación estaban representados por los siguientes tablistas.

 

PERÚ: Felipe Pomar, Gustavo Tode, Héctor Velarde, Rafael Navarro, Pancho Aramburú, Joaquín Miró Quesada, Luis Miró Quesada, Carlos Velarde, Leoncio Prado, Sergio Barreda, Miguel Plaza, Manolo Mendizábal, Javier Paraud, Dennis Gonzáles, Rafael Hanza, Carlos Barreda, José Peña, Germán Costa, Max Peña, Julio Ratto, Carlos Aramburú.

HAWÁI (ESTADOS UNIDOS): Richard Keaulana, Bobby Cloutier, Bunny Aldrich, George Downing, Fred Hemmings, Joey Cabell, Paul Strauch, Chuck Shipman.

CALIFORNIA (ESTADOS UNIDOS): Mike Doyle, Richard Chew, Robert August, John Severson, Phil Edwards, David Nuuhiwa, Mark Martinson, Jim Graham, Mickey Muñoz, Bill Fury, Danny Lenehan, Bo Boeck, Tim Dorsey, Chuck Lillen, Steve Biggler, A. Grimstad, J. Schaffer, Richard Harbour.

COSTA ESTE (ESTADOS UNIDOS): William Whitman, Thomas Grow.

AUSTRALIA: Peter Troy, Nat Young, Midget Farrelly, Bob Evans, Nat Adler, Rodney Sumpter.

FRANCIA: Philippe Gerard, Joel De Rosnay.

SUDÁFRICA: Max Wetteland, Anthony Van Der Heuvel, John Thompson.

 

Eran los mejores exponentes en el universo de la tabla mundial, y por primera vez estaban reunidos para competir basándose en unas reglas de juego aprobadas por todos y con jueces de cada país, lo cual le otorgaba al evento, ese carácter de oficialidad del que carecieron los campeonatos mundiales anteriores. El presidente de la República del Perú, Fernando Belaúnde Terry, inauguró el campeonato mundial en las instalaciones del Club Waikiki. Ese día se llevaron a cabo dos competencias que no daban puntaje, pero que servían para medir la resistencia de los competidores. La primera fue una remada de 2,000 metros y la segunda, una elegante demostración de pericia en tándem mixto. Los resultados fueron los siguientes:

2,000 METROS TÁNDEM MIXTO

1. Felipe Pomar 1. Mike Doyle - Linda Merril
2. Anthony Van Der Heuvel 2. Jim Graham - Heather Edwards
3. Pancho Aramburú 3. Héctor Velarde - Olga Pardo


Ricky Grigg, Fred Hemmings, Felipe Pomar y Greg Noll delante de la casa de Val Valentine durante el II Duke Kahanamoku Invitational, 1966.

 

Desde el principio, Felipe Pomar se presentó como el más resistente de todos los tablistas participantes, y al día siguiente, se convertiría en uno de los tres peruanos que lograron clasificar a las semifinales. Cuando los tablistas se embarcaron en las seis series eliminatorias que se disputaron en Punta Rocas, se encontraron con un mar espeluznantemente embravecido. La niebla ocasionó que la competencia se aplazara durante algunas horas, y cuando despejó, los mejores tablistas del mundo vieron ante sí olas de hasta cuatro metros de altura reventando ordenadamente frente a la explanada natural de Punta Rocas.

 

Sólo 18 tablistas clasificaron para las semifinales: cinco hawaianos, seis californianos, tres australianos, tres peruanos y un sudafricano. Los representantes del equipo francés estuvieron a punto de perecer en las aguas de Punta Rocas, que literalmente los arrojaron contra los peñascos de la orilla, dejándolos fuera de combate. Los hawaianos Richard Keaulana, Bobby Cloutier, George Downing y Paul Strauch, ganaron cuatro de las seis series disputadas en el primer día de la competencia, mientras que el californiano Joey Cabell y el peruano Héctor Velarde ganaban las suyas. Los puntajes obtenidos por los dieciocho semifinalistas fueron los siguientes:

RESULTADOS DE LAS ELIMINATORIAS

1. George Downing (EE.UU.) 229
2. Héctor Velarde (PERÚ) 219
3. Richard Keaulana (EE.UU.) 219
4. Joey Cabell (EE.UU.) 216
5. Paul Strauch (EE.UU.) 213
6. Nat Adler (AUS) 211
7. Mike Doyle (EE.UU.) 207
8. Anthony Van Der Heuvel (SA) 200
9. Bobby Cloutier (EE.UU.) 200
10. Robert August (EE.UU.) 199
11. Fred Hemmings (EE.UU.) 199
12. Felipe Pomar (PERÚ) 198
13. Mickey Muñoz (EE.UU.) 196
14. Nat Young (AUS) 194
15. Midget Farrelly (AUS) 191
16. Richard Chew (EE.UU.) 187
17. Roberto Tode (PERÚ) 163
18. Danny Leneham (EE.UU.) 152

 

Las semifinales y la final, disputadas al día siguiente, el 20 de febrero, dieron una sorpresa aún más terrible a los tablistas. Aunque pareciera mentira, el mar había crecido, y las olas de cinco metros de altura producían un estruendo ensordecedor que puso los pelos de punta a los espectadores. Los dieciocho sobrevivientes se dividieron en dos grupos que disputarían en dos series semifinales. Dichas series durarían 75 minutos, y a cada tablista se le calificaría sus cinco mejores olas. De los nueve integrantes de cada serie, sólo cuatro pasarían a la gran final. Únicamente Felipe Pomar logró acumular los puntos necesarios para seguir en la competencia, Gustavo Tode y el gran Héctor Velarde se quedaron por escaso margen. Los resultados de la semifinal, contemplando sólo a los clasificados, fueron los siguientes:


Espectacular toma de Felipe Pomar bajando una ola durante una serie en el mundial de Punta Rocas.

 

RESULTADOS DE LAS SEMIFINALES

PRIMERA SERIE SEGUNDA SERIE

1. Paul Strauch (EE.UU.) 355 1. Fred Hemmings (EE.UU.) 317
2. Nat Young (AUS) 353 2. Nat Adler (AUS) 312
3. Felipe Pomar (PERÚ) 331 3. George Downing (EE.UU.) 309
4. Mike Doyle (EE.UU.) 317 4. Mickey Muñoz (EE.UU.) 308

 

Todos los tablistas entrevistados para la elaboración de este capítulo, coinciden en afirmar que nunca en sus vidas habían visto a Punta Rocas tan grande. Por la tarde, antes que los ocho sobrevivientes se enfrascaran en la lucha final, las olas promediaban los cuatro metros de altura. En la serie final, y faltando escasos minutos para su terminación, Felipe Pomar Rospigliosi tomó la ola más grande, un verdadero monstruo de agua sobre el cual nuestro representante se deslizó con fuerza y elegancia. El resultado del primer campeonato mundial de la International Surfing Federation fue el siguiente:

RESULTADO FINAL

1. Felipe Pomar (PERÚ) 62 71 64 72 74: 343
2. Nat Young (AUS) 61 77 63 71 70: 342
3. Paul Strauch (EE.UU.) 61 74 63 71 70: 341
4. Mickey Muñoz (EE.UU.) 61 70 59 70 67: 327
5. Fred Hemmigs (EE.UU.) 54 69 65 65 71: 324
6. Mike Doyle (EE.UU.) 58 71 59 66 70: 324
7. George Downing (EE.UU.) 54 66 52 63 65: 314
8. Nat Adler (AUS) 9 66 52 63 65: 305

 

Puede advertirse, en los promedios que obtuvo cada tablista en cada ola, que Pomar sacó el más alto puntaje en su última ola, la más grande de la serie final. El margen de la victoria fue de apenas un punto, lo cual nos dice claramente lo peleada que fue la competencia. En la edición N° 4 de la revista Tablista, Pomar explica en una extensa y entretenida entrevista, las razones de su éxito: “a mí, lo que me permitió ganar el campeonato mundial, no fue que yo era el mejor corredor del mundo en ese momento. Porque yo considero que recién entre el 66 y el 71, fue que llegué a mi mejor momento en la tabla. Pero en el 65, siendo lo suficientemente buen corredor como para llegar a la final, estaba en mejor estado físico que nadie, y aparte de eso, tenía la convicción de que yo había trabajado más fuerte que nadie, y me había esforzado más que nadie para estar allí. En ese momento, yo me dije a mí mismo: -tú te mereces esto más que nadie, porque te has levantado a las cuatro de la mañana durante meses, has corrido olas cuando el mar estaba chico y cuando el mar estaba enorme, te has sacrificado, no te has divertido, no te has juergueado-. Entonces, yo me dije una vez que ya estaba en la final: -nadie se merece esto más que tú-, y estaba en forma para responder”.

Palmarés: Felipe Pomar Rospigliosi (RECUADRO)

1962 Campeonato Nacional 1° Puesto
1962 Campeonato Internacional Club Waikiki 1° Puesto
1962 Remada Herradura - Waikiki Internacional 1° Puesto
1963 Campeonato Internacional Club Waikiki 2° Puesto
1963 Remada Herradura - Waikiki Internacional 2° Puesto
1965 Campeonato Nacional 1° Puesto
1965 Campeonato Mundial ISF 1° Puesto
1965 Remada Herradura - Waikiki Mundial ISF 2° Puesto
1965 Laureles Deportivos del Perú - Categoría Comendador
1965 Duke Kahanamoku Invitacional 3° Puesto
1965 Surfer Magazine (encuesta a lectores) 9° Puesto
1966 Campeonato Nacional 1° Puesto
1966 Campeonato Internacional Club Waikiki 1° Puesto
1966 Remada Herradura - Waikiki Internacional 2° Puesto
1966 Duke Kahanamoku Invitacional 4° Puesto
1966 Duke Kahanamoku Sportsmanship Awards
1966 Makaha Internacional 5° Puesto
1966 European Paddleboard Championships (Francia) 1° Puesto
1966 Surfing Magazine (salón de la fama) 1° Puesto (Perú) y 5° Puesto (Ola Grande Internacional)
1967 Campeonato Internacional Club Waikiki 2° Puesto
1967 Remada Herradura - Waikiki Internacional 1° Puesto
1967 Haleiwa Internacional 1° Puesto
1968 Campeonato Internacional Club Waikiki 4° Puesto
1968 Remada Herradura - Waikiki Internacional 1° Puesto
1968 Duke Kahanamoku Invitacional 4° Puesto
1969 Remada Herradura - Waikiki Internacional 1° Puesto
1969 Duke Kahanamoku Invitacional 7° Puesto
1969 The Outrigger Canoe Club Surfing Championship 1° Puesto
1970 Smirnoff Internacional 2° Puesto
1970 Makaha Internacional 2° Puesto
1991 Remada Sunset Beach - Waimea Bay Masters (Hawái) 1° Puesto
1992 Remada Sunset Beach - Waimea Bay Masters (Hawái) 1° Puesto
1993 The Outrigger Canoe Club Paddleboard Race Masters 1° Puesto
1993 Remada Sunset Beach - Waimea Bay Masters (Hawái) 2° Puesto
1994 Remada Sunset Beach - Waimea Bay Grand Masters (Hawái) 1° Puesto
2004 Hennessey’s Paddleboard Championships Grand Masters 1° Puesto
2005 Hennessey’s Paddleboard Championships Grand Masters 1° Puesto


“Cuté” Ganoza junto a los pescadores del balneario norteño de Huanchaco.

 

Los campeonatos mundiales de la ISF

El nombre de Eduardo Arena Costa debe ser reverenciado por todos nosotros, ya que se trató del hombre que se hizo responsable de darle a la tabla mundial la categoría de deporte profesional. Con el éxito absoluto del primer campeonato mundial de la ISF realizado en Punta Rocas, Eduardo Arena demostró que la tabla era un deporte capaz de atraer la atención del mundo entero. Fue gracias a su esfuerzo que se logró traer al Perú a los mejores tablistas del mundo; fue también gracias a sus gestiones que se consiguieron los auspicios necesarios para cubrir un campeonato de semejante categoría, y gracias a su gestión se pudo establecer un sistema de normas para juzgar las performances de los diferentes tablistas. Durante casi una década (1964 - 1972) Eduardo Arena Costa se sacrificó en beneficio de la tabla, permitiendo que se convirtiera en uno de los deportes más espectaculares y promocionados del mundo, colocando el nombre del Perú en el destacado lugar que se merecía, por haber sido la verdadera cuna del arte de surcar olas.

 

En 1966 la fiebre desatada por el primer campeonato mundial de Punta Rocas, ocasionó que todos los países participantes desearan repetir la experiencia. California fue el escenario elegido y los delegados norteamericanos invitaron a los mejores corredores de cada país y a un juez. El mismo Eduardo Arena nos contó que no hubo suerte en el campeonato de California en 1966, ya que durante una semana estuvieron buscando olas en diferentes playas (se trataba de una especie de campeonato móvil) y cuando finalmente se disputó el campeonato, las pequeñas olas que se presentaron en la playa de San Diego, no favorecieron a los peruanos, que en esos días se caracterizaban por ser especialistas en ola grande. Otro aspecto también estaba en contra de los peruanos. Ellos acostumbraban a correr olas como las de Punta Rocas, Cerro Azul, Kon Tiki y Waikiki, pero el campeonato de California se realizó en olas de orilla. Esto, sumado a las enormes tablas que llevaron (el Gordo Barreda, corrió con una de 9 pies y cinco pulgadas), hizo que nuestro equipo no lograra buenos resultados. El único que llegó a destacar fue Carlos Barreda, “El Flaco”, nuestro especialista en olas chicas. Nuevamente, la NBC cubrió el evento de principio a fin, y aunque éste no fue ni remotamente similar al campeonato realizado en el Perú, se transmitió de costa a costa en los Estados Unidos. El trofeo que Felipe Pomar había ganado en 1965 (el Eduardo Arena World Surfing Trophy) quedaba a disposición del nuevo campeón, y luego de correrse las diferentes series, ganó el australiano Nat Young, quien quedó segundo en 1965. El tuvo el privilegio de poseer el famoso trofeo durante dos años, ya que los esfuerzos para organizar un campeonato mundial de tabla eran tan exigentes, que en 1966 se decidió hacerlo cada dos años.

 

En 1968 la federación internacional eligió a Puerto Rico como sede oficial del tercer campeonato mundial de tabla. Para esta ocasión, Eduardo Arena redobló sus esfuerzos para hacer un campeonato verdaderamente grande, y fueron ocho los peruanos que tuvieron el privilegio de representar a nuestro país. El tremendo éxito obtenido por la cadena NBC en la transmisión de los dos campeonatos mundiales anteriores, hizo que su principal rival, la cadena ABC, se ofreciera a participar aportando ocho mil dólares de auspicio. La NBC también presentó su oferta, pero al ser inferior a la de sus rivales, Eduardo Arena optó por trabajar con la ABC. En 1968 las olas volvieron a brillar por su ausencia, y durante una semana los tablistas recorrieron las playas de Puerto Rico sin mayor suerte. La vegetación exuberante de la playa Rincón, el agua cristalina y las ordenadas olas que reventaron en aquella ocasión sirvieron de base para producir nuevamente un exitoso documental. Fue transmitido de costa a costa en los Estados Unidos, y la gente no se cansaba de pedir que lo repitieran. En total, fue transmitido en cinco ocasiones, una cobertura inusual para cualquier deporte, y aunque a los peruanos no les fue muy bien, la impecable organización de Eduardo Arena sirvió para que lo reeligieran como presidente. El ganador absoluto del torneo fue el hawaiano Fred Hemmings, quien se llevó la copa Eduardo Arena World Surfing Trophy a la sede del The Outrigger Canoe Club de Hawái, donde estuvo expuesta hasta 1970, año en que el campeonato mundial se trasladó a Australia, el cual narraremos en el siguiente capítulo.


Foto histórica del campeonato invitacional Duke Kahanamoku en Sunset Beach, Hawái (1969). En la serie final están Joey Cabell, Mike Doyle, Rolf Aurness, Fred Hemmings, Sergio Barreda, Paul Strauch, Eddie Aikau, Bill Hamilton y Felipe Pomar que obtuvo el 7° puesto.

 

El Gordo Barreda en Hawái

Luego de participar en el mundial de tabla organizado en 1966 en San Diego, Sergio Barreda Costa aprovechó para hacer realidad el sueño de todo tablista: visitar las islas de Hawái. Por aquellos días, el Gordo acababa de cumplir los quince años, y estaba a punto de experimentar una de las aventuras más emocionantes de su vida. En esos días, las olas de Sunset Beach estallaban con su hermosa violencia y eran pocos los tablistas que tenían el privilegio de disfrutarlas. El Gordo también se dedicó a recorrer las otras playas en busca de olas, llegando a ganarse con memorables sesiones en Pipeline y Rocky Point. En pocos días, Sergio sintió que su estilo había mejorado notablemente, no sólo porque había estado corriendo olas absolutamente maravillosas, sino también porque pudo apreciar el estilo de los tablistas hawaianos.

 

De regreso a Lima, el Gordo empezó a escribir las páginas más gloriosas de su propia leyenda, logrando ser el campeón nacional consecutivamente en los años 1968, 1969 y 1970 (el cuarto título lo obtuvo en 1974). Ya en 1968, cuando el Gordo participó en el campeonato mundial de Puerto Rico, las tablas se estaban reduciendo de tamaño hasta los 8 pies y cinco pulgadas. En 1969 el Gordo fue invitado, en su calidad de campeón nacional, a participar en el torneo Duke Kahanamoku Surfing Classic, donde se invitaba a los 24 mejores tablistas del mundo que eran elegidos mediante una encuesta.

 

En ese espectacular torneo, la actuación del Gordo causó bastante admiración. Al principio, los periódicos hawaianos se manifestaban sorprendidos por dejar que un chiquillo de 18 años corriera las poderosas olas de Sunset Beach, pero a medida que los diferentes tablistas iban quedando descalificados, el Gordo ascendía posiciones y logró llegar a la gran final. Estaba ya entre los nueve mejores y se dijo a si mismo: “con llegar hasta la final ya he cumplido, pero ahora voy hacer mi mejor esfuerzo”. Al acabar la final el Gordo se ubicó en el octavo lugar, pero al día siguiente su foto estaba en todos los periódicos, ya que si bien los jueces no lo consideraron el mejor, el público se identificó de inmediato con ese chiquillo peruano que les había ganado en Sunset Beach a tantos capos de la tabla mundial.

Los primeros tablistas de Lambayeque y La Libertad

Luego de algunos intentos de correr olas en Las Delicias. Con tablas de madera que llevaron desde el Club Waikiki, Guillermo Larco Cox, primo de Carlos Dogny Larco y Guillermo Ganoza Vargas, socio de ese club. El verdadero momento generador se plasma con el grupo que lidera Rafo Otoya en Huanchaco. Rafael Otoya Silva vivía en Lima y había aprendido a correr olas en la playa Barranquito, con Joaquín Miró Quesada, Ernesto Barrón y Willy Ramsey. El compra una tabla de la marca Surfboard House y la lleva a Huanchaco en 1964. Lo acompañaron en sus primeras aventuras, en la zona conocida como La Curva, un pequeño grupo de entusiastas: Lucho Ganoza, su hermano Roberto Otoya, Domingo Álvarez Calderón (quién también compró una tabla marca Hobie), Cuté Ganoza y Beto Landeras. Ellos fueron los primeros trujillanos que hicieron de la tabla un culto y una práctica diaria. Eran los reyes de la playa y el foco de atención de los más jóvenes, que por emularlos también ingresan al mar. Así surge en 1969 la segunda generación trujillana: Marielena Bazán, Wayo Quea, Bernardo Alva y Miguel Canales. Entre ambos grupos, Carlos Jacobs es una cuña, pues ya corría olas en Lima y llega a Huanchaco en el 67 ó 68 como un outsider que poco a poco se introduce en la fauna local.

 

En el invierno de 1965, el tablista limeño Fernando Arrarte, piloto de avioneta de una empresa fumigadora agrícola y socio del Club Waikiki, introdujo la tabla en el balneario de Pimentel. La primera generación de tablistas de ese hermoso balneario fueron Atahualpa Ezcurra, Juancho Yabar-Dávila Cuglievan y Billy Del Castillo. Ellos aprendieron con la tabla de madera balsa forrada con resina y fibra de vidrio de Fernando Arrarte (que la compró Juancho). Por sugerencia de Fernando, quién les entregó los estatutos del Club Waikiki de Miraflores, los pimenteleños fundaron su propio club de tabla, el Club Pacífico Norte.

 

Pacasmayo tiene un desarrollo propio y paralelo a Huanchaco y Pimentel. El nombre que escuché como el primer tablista de Pacasmayo es el de José Aramburú Zapata (fue el fundador y presidente del Pakatnamú Surf Club) y también el Dr. Walter Koening. Como segunda generación, aprenden a correr olas frente al malecón: Otto Montoya, los hermanos López; Coco, el Gordo y Choly, Salomón Lau, Kike Plaza, Coty Arana, Gerardo "Yayo" Bulnes, Roberto Luna y el jovencito Jaime Ganoza, que luego se muda a Huanchaco. Lucho Quezada estudiaba y corría olas en California y regresa a Pacasmayo a principios de los setenta, a integrarse a los melenudos del agua. En Pacasmayo se funda el Pakatnamú Surf Club en enero de 1971. Fue el club de tabla con mayor renombre y logros en esa región. Hasta hoy se recuerda la fiesta animada por los legendarios Traffic Sound, pues junto con la tabla, llegó la moda de organizar las fiestas Luau.

 

Los campeonatos de tabla también aparecieron en las playas norteñas en los 70. Los tablistas trujillanos comenzaron a destacar en esos primeros concursos donde también participaban los tablistas de Pimentel, Salaverry y Pacasmayo, como Jorge Stewart y Manuel Del Castillo, creándose la Liga de Tabla Hawaiana del norte, que emprendió los famosos campeonatos norperuanos. Los hijos de los pescadores de Huanchaco empezaron a interesarse por el espectacular deporte. Ganándose en la orilla de la playa la amistad de los tablistas trujillanos, aprendieron a coger sus primeras olas en una tabla hawaiana. Así surgió el primer descendiente directo de los milenarios pescadores yungas que aprendió a correr olas con una tabla moderna: Pepe Venegas.


De izquierda a derecha: Luis Caballero, Carlos De La Guerra, Luis Miró Quesada, José Antonio Schiaffino, Carlos Montero, Lucas Tramontana, Manolo Mendizábal, Eduardo Arena, Héctor Velarde (arrodillado), la Reina de Pimentel, Armando Vignati, entre otros.

 

En las montañas de la locura: el descubrimiento de Pico Alto

Hoy el Perú ya es reconocido como uno de los emporios de olas en el mundo. Pero a mediados de la década de los sesenta, tres eran las playas que generalmente se corrían: Waikiki, Kon Tiki y Punta Rocas. Pronto, el ansia por encontrar mejores rompientes despertó el instinto aventurero de nuestros tablistas. Una de las primeras en descubrirse fue la descomunal rompiente de Pico Alto. Situada mar adentro, a la altura del kilómetro 43 de la Panamericana Sur. Esta rompiente seducía la mirada de nuestros avezados tablistas, insinuándose a la distancia como una salvaje reventazón de olas inalcanzables.

 

Y fue así como, el 29 de junio de 1965 para ser precisos, Joaquín Miro Quesada convenció a sus amigos Miguel Plaza y Francisco Aramburú de probar lo que hasta entonces era considerado como un imposible. Cansados de ser simples espectadores, estos tres tablistas legendarios cogieron ese día sus tablas, sobrepasaron la rompiente de Kon Tiki y se internaron mar adentro, en pos de las descomunales olas que, en la distancia, se levantaban majestuosamente como amenazantes tsunamis. Luego de remar una media hora, los tres aventureros llegaron al corazón de la rompiente, y sus ojos no dieron crédito a lo que estaban viendo. Frente a ellos, las enormes murallas de agua se levantaban del agitado lecho marino, en forma de montañas que estallaban sobre sí mismas produciendo un estruendo aterrador. Luego de contemplar un par de series sentados sobre sus tablas, los tres audaces deportistas decidieron enfrentarse a las olas. Una vez colocados en el punto donde estallaban los tsunamis, los tres amigos se dispusieron a correr las olas más grandes de su vida. El primero en lograrlo fue Joaquín, quien desapareció de la escena luego de descender a una velocidad vertiginosa por el lomo interminable de una ola de seis metros. Ni Pancho, ni Miguel, habían visto en sus vidas olas semejantes. Siguiendo el ejemplo de su amigo, dominaron sus propias olas y se enfrentaron con éxito a las largas murallas de agua. Pasaron la tarde entera en las montañas de la locura y decidieron bautizar la gigantesca rompiente con el nombre de: Pico Alto.

 

En un artículo escrito por Miguel Plaza en 1967 encontramos una de las primeras descripciones de Pico Alto: “El punto donde se cogen las olas está bastante distante de la playa. Tal vez a unos diez o veinte minutos de la orilla a un ritmo de remada normal, sin tener en cuenta el tiempo que se pierde al entrar, pues cabe la posibilidad de estancarse en una de las reventazones de la playa que ahí existen. Una vez adentro, el ubicarse no es tan sencillo, pues la rompiente está ubicada en el medio de una bahía rodeada de cerros de arena, y los únicos puntos de referencia que existen no son muy claros, y además, es muy fácil que la corriente aleje al tablista del lugar indicado. A pesar de que la ola siempre entra por la misma dirección y revienta bastante parejo variando solamente por el tamaño, la ubicación es algo que requiere de mucha exactitud, pues la rompiente tiende a ser muy variable a la vista del tablista que no conoce el lugar, lo cual lo pone en una situación de poder ser cogido por una ola entre series en caso de estar fuera de sitio”.

 

Debemos tomar en cuenta que cuando se descubrió Pico Alto no existía la pita, los tablistas que sufrían una caída generalmente debían regresar a la orilla nadando. La crónica de Miguel Plaza, además de ser extremadamente valiosa ya que fue escrita por uno de los hombres que inauguró Pico Alto, ofrece al lector consejos en caso de caer en una ola gigante, y es casi un manual de supervivencia para los corredores de ola grande. En un párrafo dice: “Pico Alto no es un lugar para inexpertos”. Y de hecho, su frase es cien por ciento real. Quien tenga años practicando la tabla, un físico envidiable y unas ganas desesperadas de experimentar la sensación de bajar una montaña de agua, que vaya a Pico Alto, pero de no ser así, más le vale quedarse en la orilla contemplando el espectáculo.

La primera incursión en La Herradura

Desde mediados de los años cincuenta, La Herradura fue la playa favorita de la alta sociedad limeña. Basta leer las páginas de “Baby Schiaffino”, uno de los mejores cuentos de Alfredo Bryce Echenique, para darnos una idea de lo importante que era esta playa para la vida de la alta sociedad. La fama de La Herradura, como paraíso natural para correr olas, se remonta sin embargo a principios del siglo XX, cuando los primeros bañistas chorrillanos aprovechaban la fuerza de las olas de la orilla para deslizarse a pecho o sobre colchones de aire hasta la orilla, en un juego excitante y lleno de emoción.

 

La seguridad que confería el plácido lecho de arena y la regularidad de las olas hacía de La Herradura la playa ideal para pasar un buen día de verano. Sin embargo, cuando el mar se ponía bravo, La Herradura se volvía una playa temible, con olas de más de dos metros que reventaban estruendosamente en la orilla, capaces de infundir temor en el bañista más avezado. En esos días, los veraneantes podían percibir que un curioso fenómeno se producía a lo largo del cerro que rodea la bahía. Desde la punta del cerro, podían verse olas enormes que, deslizándose a lo largo de unos cuatrocientos metros, se estrellaban contra las rocas y cuevas del acantilado, creando un espectáculo estremecedor. Los pescadores chorrillanos tenían que cuidarse mucho de esas olas, ya que si uno de sus botes llegaba a ser cogido por una de ellas, terminaba estrellándose contra las voraces cavernas, lo cual significaba una muerte segura.

 

Es indudable que nuestros primeros tablistas vieron esas olas en todo su esplendor; pero todos ellos coinciden en afirmar que a ninguno se le ocurría ni siquiera remotamente la idea de correr semejantes montañas, ya que las enormes tablas que entonces tenían prácticamente garantizaban terminar sepultado en las siniestras cavernas rocosas. Hubo que esperar hasta los años sesenta para que nuestros tablistas empezaran a considerar la posibilidad de desafiar las olas de La Herradura. En un artículo escrito por Joaquín Miro Quesada, nuestro recordado “Shigi”, leemos que ya en 1962 los tablistas peruanos fantaseaban con el soberbio despliegue de armonía acuática de esas hermosas series que azotaban La Herradura en los días de braveza, pero la idea de terminar empotrándose contra las rocas los hacían desistir de sus fantasías.

 

En el invierno de 1965, el flamante campeón mundial Felipe Pomar, y un selecto grupo de tablistas, entre los que destacaban Fernando Arrarte, Francisco y Carlos Aramburú, además de Manolo Mendizábal, decidieron hacer historia. Cuando el mar manifestó las primeras señales de braveza y la costa apareció cubierta de espuma, los cinco amigos tomaron rumbo al sur, llegaron a la bahía, provistos de sus mejores tablas, y se extasiaron ante el espectáculo de las series entrando ordenadamente en la bahía, como soldados largamente entrenados desfilando antes de iniciar una batalla. Luego de esperar a que el mar les brinde un respiro, los cinco tablistas sobrepasaron la furiosa campana de la orilla, y se internaron mar adentro rumbo a la lejana reventazón.

 

A medida que avanzaban, miraban hipnotizados hacia la izquierda, donde el espectáculo de unos tubos espeluznantes expeliendo violentos chorros de agua hacía que nuestros tablistas empezaran a segregar adrenalina. El tronar de las espumas azotando las rocas cavernosas no logró intimidarlos, y pronto fue Felipe Pomar el primero en bajarse una montaña azul de agua cristalina corriendo contra su lado. Pronto, los cinco amigos se hallaban dibujando las olas a lo largo de la bahía, aullando de placer y provocando que todo el movimiento de la playa se paralizara, pues todos querían ver las arriesgadas maniobras de los virtuosos deportistas. Pronto, la noticia corrió entre los tablistas, y en la siguiente crecida, que cayó justo el 31 de diciembre de ese año, Joaquín Miró Quesada, Miguel Plaza, Francisco Aramburú, José Carlos Godoy y Sergio Barreda se extasiaron corriendo las maravillosas olas de La Herradura, desde el amanecer al anochecer.

Cerro Azul, una playa de salón

Algunos años antes, en 1961 para ser exactos. Otra rompiente legendaria se sumaría al puñado de playas donde los peruanos practicaban la tabla. Fue divisada por primera vez desde la carretera Panamericana a fines del verano de 1961 cuando, regresando de su hacienda en Chincha, Mota Navarro y un grupo de amigos, volvían a Lima. Un amigo de los tablistas y músicos de California, The Beach Boys, llamado John Severson, que entre otras cosas era el dueño de la Surfer Magazine, fue quien distinguió el oleaje estrellándose contra las rocas y algo le hizo sospechar que las buenas olas estaban cerca. Severson se hallaba en el Perú filmando un documental de tabla, y guiado por su espíritu aventurero convenció a sus compañeros para desviarse de la carretera y tomar la vía hacia Cerro Azul.

 

Junto a Mota Navarro y John Severson, estaban algunos tablistas, cuyos nombres bastarían para imaginar la película perfecta. Ellos eran Raúl Risso, Pocho Caballero, Carlos Aramburú, Joaquín Miró Quesada y Felipe Pomar. Parados frente al mar de Cerro Azul, los siete tablistas se quedaron mirando las olas, esperando que el cambio de mareas o un viento fuerte las hiciera crecer. Cayó la noche y los siete volvieron a la hacienda de Mota porque decidieron regresar al día siguiente. Al llegar el amanecer, el milagro había ocurrido: olas de metro y medio entraban ordenadamente en la bahía, deslizándose a lo largo de más de cien metros hasta llegar al muelle. Las olas que se corrieron, las maniobras que hicieron, los tubos que se metieron y, especialmente, la película que Severson hizo de aquella memorable sesión, probaron que Cerro Azul era uno de los descubrimientos más grandes de la década.

 

Hasta el día de hoy, Cerro Azul es la playa favorita de cientos de tablistas, algunos de ellos tan célebres como el Gordo y el Flaco Barreda. La relación entre la playa de Cerro Azul y la familia Barreda es conocida por todos. En 1962 construyeron la primera casa de playa en la hermosa bahía y doña Sonia, junto a sus hijos Sergio y Carlos, se convirtieron en los primeros tablistas en disfrutar permanentemente una de las olas más perfectas y legendarias del mundo. Los hermanos Barreda estudiaban en el colegio Champagnat (cuna de tablistas talentosos), y cada vez que el mar se ponía bueno, Joaquín Miró Quesada y Miguel Plaza iban al colegio a recogerlos. Un buen día, el director del Champagnat llamó urgentemente a doña Sonia Barreda, para preguntarle qué iban hacer sus hijos con su vida, correr tabla o estudiar. Doña Sonia, con la elegancia que la caracterizaba, miró al director de pies a cabeza y respondió: “Sergio, Carlos, agarren sus cosas porque nos vamos a la playa”.

 

Los hermanos Barreda terminaron el colegio sin mayores problemas y pronto habrían de convertirse en dos de las figuras más importantes de la tabla nacional. Nadie duda, sin embargo, que gran parte de la experiencia que los llevó a convertirse en excelentes tablistas, se debió a las interminables sesiones que disfrutaron en Cerro Azul. En un excelente artículo escrito por Carlos “El Flaco” Barreda en 1967 encontramos una hermosa descripción de esta rompiente: “Cerro Azul parece creado pensando en los tablistas; es el sitio perfecto, el que puede darles todo lo que buscan: olas, sol, ambiente. Es un sitio cerrado, una playa de salón; está aislado del resto del mar por unas rocas negras y puntiagudas, que se blanquean de espuma al reventar una ola. En la pequeña bahía el agua es tranquila como una laguna: sólo se destaca una perfecta formación de olas; todas siguen un orden establecido, comienzan y terminan en un sitio fijo, se van formando a una velocidad constante, son perfectas; no son grandes, son del tamaño que me gusta: un metro y medio de promedio; es la ola que yo puedo dominar en vez de ser llevado por ella, es donde puedo rendir todo lo que soy capaz, porque la ola ya hace todo lo que se le puede pedir. El sol de la tarde da a Cerro Azul un color dorado, una suave brisa de playa hace que las olas tengan una cabellera rubia al reventar; el agua es fresca y contrasta con la salada picazón del sol en mi espalda. Podría pasarme toda la vida corriendo estas olas, no se me puede hacer monótono; es lo más que puedo desear”.

 

Sentado en su consultorio de Miraflores, el doctor Carlos Barreda nos habló con amor de su adorado Cerro Azul: “Me acuerdo, por ejemplo, de una semana entera, en mayo de 1966. Joaquín Miró Quesada, Ivo Hanza y yo en Cerro Azul, con olas perfectas día y noche: todo para nosotros tres. No creo que esto pueda suceder en otros lugares del mundo, donde muchas veces se ve a docenas de tablistas peleándose a muerte por una miserable ola. Tenemos suerte, estamos mejor que ellos”.


En sentido horario: Carlos Barreda, Sonia Costa de Barreda y Sergio Barreda en su casa de Cerro Azul. Tablistas en La Herradura. Sergio “Gordo” Barreda en bottom turn, en playa Punta Rocas.

 

El descubrimiento de Bermejo

El descubridor de la rompiente de Bermejo fue el ingeniero José Orihuela. Corría el mes de marzo de 1964 cuando el señor Orihuela fue invitado a pasar unos días en la hacienda de Paramonga. Tuvo la afortunada idea de llevar consigo a sus hijos, tres de los cuales eran fanáticos de la tabla. Los hermanos Orihuela se dieron cuenta inmediatamente de la calidad de las olas de Bermejo y, junto a un grupo de amigos, entraron al mar para disfrutar esa rompiente ordenada, ágil y divertida.

 

Richard Fernandini cuenta que al enterarse de la existencia de dicha playa, se fue con su tabla inmediatamente y se encontró con un espectáculo fascinante. Los cerros de color rojizo y azul, el mar cristalino y las olas que reventaban perfectamente con viento en contra formando un tubo extraordinario, cautivaron inmediatamente su atención. Junto a Joaquín Miró Quesada y Dennis Gonzáles, Richard se pasaba días enteros en Bermejo, corriendo ola tras ola, indiferentes a la baja temperatura, en una época en que nadie utilizaba un wetsuit. Pronto, la fama de Bermejo se fue extendiendo, e incluso los tablistas extranjeros la consagraron como una de sus playas favoritas. Con el descubrimiento de Bermejo empezó la etapa de exploración de las playas del norte, donde los tablistas peruanos se encontrarían con sorpresas tan agradables como el descubrimiento de Chicama, Cabo Blanco y Máncora.

 

Gracias al descubrimiento de Bermejo, otras playas en los alrededores de Barranca fueron inauguradas por los tablistas peruanos, especialmente por los que residían en La Punta, Callao. Papo Guerra nos cuenta que a través del tiempo, los tablistas de La Punta fueron encontrando los lugares adecuados para practicar su deporte favorito, y así surgieron en el mapa de la tabla nacional, los nombres de playas tan importantes como Las Tres Marías. Cada vez que tenían tiempo libre, los punteños viajaban a Barranca y acampaban en alguna de sus playas secretas, y la costumbre se arraigó tanto en sus rutinas, que a partir de 1978 empezaron a organizar campeonatos en dichas playas.


En sentido horario: Carlos Barreda en su clásico bottom turn en Cerro Azul. Lucho Miró Quesada, Pancho Aramburú y Héctor Velarde en Cerro Azul. Ivo Hanza, Bertrand Tazé y el “Master” César Reyes posan en Chicama.

 

Chicama, la ola más larga del mundo

En 1967 una expedición de tablistas se embarcó en un viaje que culminaría con el descubrimiento de la ola más larga del mundo. Al igual que en el caso de Kon Tiki, el descubrimiento de Chicama fue posible gracias a la información proporcionada por un hawaiano llamado Chuck Shipman, que sobrevolando la bahía, distinguió la increíble formación de olas que recorrían centenas de metros en un espectáculo de perfección incomparable. Con esa información, Carlos Barreda, Ivo Hanza, Héctor Velarde, Bertrand Tazé-Bernard, Carlos Aramburú y el Chino Malpartida, partieron en convoy, a bordo de una resistente Citroneta y un aguerrido Volkswagen escarabajo rumbo al norte, acompañados de un norteamericano que fabricaba tablas. Cuando llegaron a Puerto Chicama (hoy Malabrigo) comprobaron que la descripción de Shipman era exacta. Las olas estaban chicas ese día, pero ello no impedía apreciar la perfección con que recorrían la bahía.

 

Luego de pasar la noche, amparados por la hospitalidad de los pescadores, nuestros jóvenes tablistas caminaron a lo largo de la orilla hasta descubrir la fuente de todas esas olas, y entraron por primera vez al “Cape” para hacer una sesión inolvidable. Eligieron el nombre de “Cape” en honor a la célebre rompiente sudafricana Cape Saint Francis (hoy llamada Jeffreys Bay), aunque la ola de Chicama era una izquierda, y no una derecha como la de Sudáfrica. El Flaco Barreda, especialista en ola chica, tuvo la que hasta ahora recuerda como la mejor sesión de su vida. Las olas reventaban tubularmente y se desplazaban a gran velocidad, levantando una prolongada pared de agua sobre la cual podían hacerse decenas, cientos, miles de maniobras.

 

Cuando entraba una serie de olas grandes, nuestros tablistas remaban como locos desaforados para tomarlas más abiertos, y bregaban para alcanzar la segunda sección, conocida ahora por todos como “El Point”. Una vez llegados allí, la ola volvía a calmarse, para luego acelerarse y reventar en tubos increíbles en los cuales era tan fácil entrar como salir. Una providencial cámara filmadora registró e inmortalizó las maniobras de ese día. La película fue exhibida en el Club Waikiki y el descubrimiento fue celebrado como un acontecimiento espectacular. Desde entonces, se convertiría en uno de los lugares favoritos de nuestros tablistas, que encontraban en la calidad y consistencia de las olas de Chicama el reto necesario para mejorar su estilo. Las olas de Chicama, sin embargo, no son muy constantes, y muchas de las personas que viajaron en esa época para hacer realidad el sueño de correrlas se encontraron con una calma exasperante. Por otro lado, la fama de las olas de Pacasmayo empezó a llamar la atención de los limeños, quienes se llevaron una grata sorpresa al encontrar que en Pacasmayo ya se había formado un interesante grupo de tablistas.

 

La fama de Chicama ha provocado que millares de tablistas vengan al Perú en pos de sus olas maravillosas. De hecho, cuando las revistas de tabla más prestigiosas del mundo publican su ranking de las mejores playas del mundo, Chicama está siempre incluida. Cuando uno contempla la perfección con que revientan, y los juegos de colores que el spray de agua dibuja en el aire cuando las olas son golpeadas por el viento, puede uno entender perfectamente por qué en esta zona del mundo se originó el arte de surcar olas.