CAPÍTULO NUEVE: EVOLUCIONA CON TU
DEPORTE (1980 - 1989)

Presentación

La década de los ochenta estuvo marcada por varios elementos que llevarían al deporte hacia un alto grado de difusión. Con la multiplicación de los fabricantes de tablas, una legión de tablistas invadió las riberas de nuestro litoral. El mercado de las tablas usadas se amplió y los principiantes podían acceder a sus primeras tablas a precios económicos. La oferta de pitas, wetsuits y ceras se centuplicó y nació la moda de la ropa surfer. A nivel mundial, el deporte había adquirido una identidad propia, convirtiéndose en un estilo de vida que se adaptó estupendamente al Perú.

 

La aparición de las tablas con dos, tres y hasta siete quillas provocó el desarrollo de maniobras cada vez más radicales, como el floater y los aéreos, trasladando varias maniobras realizadas en las olas chicas a las olas grandes. Las playas descubiertas en las décadas anteriores, como Máncora, Cabo Blanco, Chicama, Bermejo y las halladas durante la década de los ochenta, como Conchán, El Huaico, Pepinos, San Gallán, Puerto Caballas y Bayóbar, se convirtieron en destinos obligados para los tablistas que emigraban en bandadas en pos de esas legendarias olas. La creación de trascendentes revistas como Tabla y Tablista permitió que este deporte se consagrara como una actividad sana, divertida y emocionante.


Los finalistas del Carlos Dogny Invitacional de 1982 en Punta Rocas. De izquierda a derecha; Carlos Espejo, Carlos Barreda, Luis Miguel De La Rosa Toro, Raúl Calle, Mark Foo (Hawái), el legendario Carlos Dogny, Dennis Gonzáles, Michael Willis (Hawái) y Pierre Rodrigo. No sale el rostro de Ronnie Burns (Hawái) en la imagen porque esta atrás de “Patero”. Páginas anteriores: Ricardo “Chamín” Pérez en la primera vez en Nonura, Piura.

 

El Carlos Dogny Invitacional

Para abordar la sorprendente evolución de la tabla peruana durante la década de los ochenta, comenzaremos registrando en el inicio del noveno capítulo que se resuelve organizar un magnífico evento, el Carlos Dogny Invitacional. Fue una competencia profesional que asombró en su segunda y tercera edición por atraer la participación de destacados tablistas extranjeros de ese periodo: “Buttons” Kaluhiokalani, Jackie Dunn, Randy Rarick, Rory Russell, Mark Foo, Ronnie Burns, Michael Willis y otros grandes talentos internacionales.

 

Se logró hacerlo consecutivamente tres veces, en las olas de Punta Rocas, por el empeñoso tablista de ola grande de Punta Hermosa Miguel “Mico” Tudela Gubbins con el apoyo de Carlos Dogny Larco. En 1980 fue la primera edición, sólo compitieron tablistas peruanos y lo ganó Mario Chocano (bolsa de premios de 1,000 dólares). En 1981 Buttons Kaluhiokalani fue el vencedor (bolsa de premios de 5,000 dólares) y en 1982 el triunfador fue Ronnie Burns (bolsa de premios de 10,000 dólares). Raúl “Patero” Calle fue quien mejor defendió el honor nacional, logrando ser el subcampeón en la segunda y tercera edición.

Las tablas de tres quillas

Corría el año de 1981 cuando el shaper Simon Anderson (Narrabeen, Australia) participó en el Rip Curl Pro Bells Beach y en el Coke Classic venciendo ambos eventos, en seguida, ganó también el glorioso Pipeline Masters esbozando una magnífica demostración de fuerza, velocidad y talento gracias a que contaba con una curiosa tabla de tres quillas, diseñada por él, que llamó apropiadamente “Thruster”. Interrumpiendo el éxito apabullante que Mark Richards (Newcastle, Australia), también shaper, obtuviera a fines de la década setenta, obteniendo cuatro títulos mundiales consecutivamente desde 1979 hasta 1982, con sus clásicas tablas de dos quillas. Simon Anderson fue entonces elegido el “tablista del año” en 1981 por la revista Surfing.

 

Una fiebre de diseño se desató entre los fabricantes de tablas del mundo, calentura que llevó a algunos diseñadores a fabricar tablas de cuatro, cinco y hasta siete quillas. La tabla de tres quillas, sin embargo, demostró no sólo ser la más apropiada, sino que llegó a convertirse, con el paso del tiempo, en la configuración dominante en el diseño de las tablas. Permiten realizar una serie de maniobras radicales, proveen al tablista de mayor estabilidad, y respondían a los deseos de inventar maniobras nuevas. Pronto los diseñadores peruanos como “Wayo” Whilar, “Niko” Wilhelmi, Ricardo Kaufman, Pedro Vásquez, Alejandro Ortiz, el “Gordo” Barreda y otros, introdujeron al mercado peruano sus propios diseños de tablas de tres quillas, que disfrutaron de gran aceptación por parte de los tablistas nacionales. Las tablas de dos quillas cedieron terreno, las de una sola quilla se mantuvieron en pequeña escala, y los experimentos de tablas con cuatro, cinco y siete quillas desaparecieron, ante la calidad comprobada de las tablas de tres quillas.

Las nuevas pitas

Muchos aún recordamos, las pitas que el Gordo Barreda fabricaba y vendía en su local de Miraflores. Estas reliquias, que durante años acompañaron a los tablistas peruanos, estaban hechas de fibras elásticas y venían coronadas por una tobillera de cuero. Tenían la particularidad de ser baratas, bastante resistentes y cumplían su función. A principios de los ochenta, sin embargo, las pitas de material elástico fueron reemplazadas por unas nuevas pitas, sumamente cómodas y modernas, que estaban fabricadas con resistentes materiales y que contaban además con una acolchada tobillera con velcro.

 

Estas pitas, cuya resistencia era asombrosa, permitían que la tabla regrese al cuerpo del tablista de manera dócil, es decir, sin demasiada violencia. Por otro lado, muy rara vez se enredaban, lo cual sucedía con las antiguas pitas de material elástico. En el Perú el “Chato” Rojas lanzó su marca Chato con este nuevo material. Ofreciendo pitas para ola grande y ola chica, con tobillera y muñequera de nylon (para el bodyboard), acolchada con neopreno, se cerraba con velcro y con un contra pitazo de nylon.


En sentido horario: Carlos ‘Chalo’ Espejo en Pasamayo. Raúl Calle con ‘Buttons’ Kaluhiokalani y una bella bailarina Hula invitada al Carlos Dogny Invitacional 1981. Raúl ‘Patero’ Calle haciendo un reentre en una competencia nacional en Señoritas con su tabla Tom Parrish. Serie final en el torneo José Duany 1982, de izquierda a derecha: Javier Huarcaya, César Aspíllaga, Luis Fernando Gómez De La Torre, Jorge Posso, Carlos Espejo, Felipe Álvarez-Calderón, José Romo y Luis Vásquez. En el estrado su hermano, el shaper Pedro Vásquez.

 

El fenómeno de la moda surfer

Una de las características más resaltantes de la década de los ochenta, fue el tremendo apogeo que experimentó la ropa diseñada para tablistas, que llegó a convertirse en uno de los estilos más populares en el vestir de los peruanos. ¿Cómo no recordar los estrambóticos pantalones de la marca Ayllu?, ¿los polos Op, las ropas de baño Off Shore y la ropa de nuevas marcas como Quiksilver, Stussy y Gotcha? El fenómeno de la moda surfer se extendió a lo largo del país, y ocurría que, si uno se iba, por ejemplo, a Huancayo, con seguridad se encontraría con algún compatriota que lucía orgullosamente su polito Op.

 

Nunca, como en los ochenta, esta moda gozó de tanta aceptación, lo cual se explica necesariamente porque la aceptación del deporte de la tabla también era cada vez mayor, porque había más tablistas en el país, y porque el estilo de vida de los tablistas se presentaba como uno de los más interesantes. Ser tablista era, entre muchas otras cosas, ser una persona muy ligada a la naturaleza, amante de la ecología, ser una persona aventurera, sagaz, y todo eso, de alguna manera, encajaba a la perfección con los aires de modernidad que se vivían en los ochenta. Lo interesante del caso, es que gracias a este fenómeno, fueron muchos los tablistas que encontraron una forma de ganarse la vida en una actividad íntimamente relacionada a su gran pasión por las olas, y a la larga, esos tablistas demostraron que su estilo de vida no estaba disociado con la perspectiva del hombre de negocios.

El reporte del mar en radio Doble Nueve

Desde el inicio de los años ochenta y debido al creciente número de tablistas, la emisora radial limeña Doble Nueve empezó a difundir un espacio noticioso llamado “El reporte del mar”. Se inició gracias al tablista Javier Raffo “Cavi”, quién todos los días temprano, yéndose a la radio, recorría en su auto la Costa Verde para ver el mar y posteriormente, tomaron la posta de hacer diariamente esa madrugadora tarea de mirar el mar, el Gordo Barreda, Magoo De La Rosa, Roberto Meza y Rodrigo Gamarra. Actualmente la hace Chalo Espejo.

Desde estos mágicos años ochenta, los tablistas limeños escuchan “El reporte del mar”, ya que gracias a esa breve, pero valiosa información, se enteran del tamaño de las olas, de las condiciones del viento y las mareas, para deducir las horas más apropiadas para correr y hasta la forma en que las olas están reventando. ¿Cómo no ir a la playa, cuando el reporte del mar en radio Doble Nueve nos anuncia: La Pampilla, cuatro pies, glass y tubular? Gracias al reporte del mar, los tablistas ordenan su agenda diaria para estar presentes en el lugar indicado y a la hora precisa. Muchos escuchamos Doble Nueve por la música rock de vanguardia que transmiten, pero los tablistas, los verdaderos tablistas, jamás nos perdemos “El reporte del mar”.

El nacimiento de la revista Tabla

El año de 1982 nos trajo una grata sorpresa: había nacido la revista Tabla, dirigida por Jorge Montoya. El legendario número 1 incluía un serio reportaje que advertía sobre el peligro que se cernía sobre la playa La Herradura, donde el municipio distrital de Chorrillos estaba proyectando construir una carretera. Este reportaje marcaría el nacimiento de una de las actitudes más representativas de los tablistas peruanos modernos: la conservación de las olas y, en un sentido más amplio, la conservación del medio ambiente. El primer número de la revista Tabla apenas tenía 16 páginas, pero desapareció literalmente de los kioscos tan pronto salió, lo cual demostraba la existencia de un gran público ávido de informarse de todos los aspectos relacionados al deporte de las olas. Y no era para menos, ya que el número de tablistas a lo largo del país estaba creciendo inconteniblemente. Montoya nunca se subió a una tabla en su vida, pero era un hombre emprendedor. Organizó competencias de tabla, abrió la tienda Tabla Surfshop y logró lanzar un programa semanal en la TV que se veía los sábados a las seis de la tarde en el Canal UHF 27.

Las izquierdas con viento en contra de Punta Caballas

En la edición N° 6 de la revista Tabla, Carlos Echecopar Mongilardi narra esta estupenda historia. Empieza explicándonos que en los setenta practicaba el motocross y así había visto por primera vez las olas en ese lejano lugar ubicado a la altura de Palpa. En Punta Caballas, a 90 kilómetros de Palpa, hay tres playas con olas. En la primera revienta una ola bien formada. En la segunda hay una ola un poco menos formada. En la tercera hay otra ola que también es tubular y larga.

 

En la semana santa de 1980 aprovechando que ese año el feriado coincidía con los días del fin de semana, Echecopar decide regresar a ese sitio para escaparse de las otras playas ya conocidas, que en esa fecha están llenas de gente ruidosa que va acampar. Pero esta vez no lleva su moto, en el vehículo había una carpa, bolsa de dormir, binoculares, una linterna, equipo de música y casetes de Led Zeppelin y los Beatles, alimentos y agua, una botella de un refrescante pisco macerado con pasas y su tabla. Se dirigió hacia Palpa por la carretera panamericana y después, se internó en el inclemente desierto iqueño dirigiéndose hacia la alejada playa. El viaje por el desierto duró cuatro horas, no fue fácil llegar la primera vez. No hay ningún letrero que te guíe.

 

Ese fin de semana en Punta Caballas lo disfrutó plenamente. En las mañanas, corriendo olas perfectas con viento en contra desde el amanecer, acompañado en el agua con un amigo. Las olas solamente eran para los dos. En las tardes, descansando de la larga sesión matinal y disfrutando el contacto con la naturaleza. Las olas, el viento y la hermosura de ese recóndito lugar en Ica, donde sólo existe un antiguo puerto de pescadores, compusieron magistralmente la mágica sinfonía natural de un fin de semana eterno. “Estábamos tan lejos de Lima y tan cerca de nosotros mismos” resumió bien Echecopar su experiencia, en el revelador artículo.


Izquierda: Mario Chocano dropeando una pared de agua en la elusiva rompiente de Punta Tur en las remotas costas de Bayóvar en la costa norte. Derecha: Vista panorámica de La Herradura, antes del intento de expansión de la avenida La Costanera.

 

Bayóbar un lugar inhóspito

Los primeros que exploraron esta zona deshabitada del norte peruano fueron los tablistas de Chiclayo. Esta es la historia: el “Chino” Zevallos ya iba a este lugar desde los 10 años, acompañando a sus tíos Aurich, quienes eran pescadores. Cuando tuvo 16 años y ya era buen tablista, un día su tío “Topo Gigio” Aurich le comentó que en esa zona había visto olas y que debería ir a explorarla. El Chino entusiasmado, le pasó la voz a sus amigos “Canana” Monsalve y Álvaro Reyes. Ellos en 1980 viajan desde Chiclayo en una 4x4 hasta Bayóbar, recorriendo cómodamente los 200 kilómetros de la “playa sin fin” durante la marea baja y descubren Punta Tur. Fueron los primeros que probaron esas olas largas y rápidas que revientan con buena forma hasta los cuatro metros.

 

Durante los veranos 1982 y 1983 el fenómeno El Niño azotó el norte peruano y el acceso a esa zona se truncó. Las fuertes lluvias habían formado nuevas quebradas de hasta cuarenta metros de profundidad, borrando la ruta. En 1984 intentaron ingresar un grupo de tablistas limeños liderados por Rodolfo “Gorilón” Bejarano, quien ya había logrado visitar esa costa agreste en 1982 ingresando por su lado norte, por el puerto de Bayóbar, donde desemboca el oleoducto que viene desde la selva. Esa expedición sufrió una serie de serios percances desde el primer día. Las llantas reventadas y los constantes atascamientos hicieron que algunos de los expedicionarios pretendiesen abandonar la empresa. Pero la tenacidad de Bejarano, alentado por las imágenes de las olas perfectas que tenía grabadas en su mente, logró sabiamente mantener al grupo unido. Luego de dos días de obstinada lucha contra la agreste naturaleza buscando una nueva ruta, lograron llegar el tercer día a Punta Tur. “Gorilón” Bejarano, después de hacer otros viajes con éxito, invita a la revista Tablista a visitar Bayóbar. En la edición N° 7 (1988) publican un espectacular reportaje de este paraíso de olas ubicado en el medio ambiente natural del macizo Illescas. Esa aventura fue narrada por Javier Huarcaya Pró y las fotografías las hizo Javier García Burgos. Las espectaculares imágenes de Mario Chocano, los hermanos Javier y Fernando Huarcaya y Rodolfo Bejarano, bajándose olones y metiéndose tubazos hicieron que los viajes a Bayóbar se pusieran de moda.

 

No es una aventura sencilla y no son olas para principiantes. Hay que llevar todo; agua, comida, combustible y tener los huevos bien puestos para enfrentar cualquier tipo de emergencia. Pero las olas pagan y la experiencia de acampar allí es inolvidable. Es como retroceder a una época muy remota, en donde podemos admirar flora y fauna en estado salvaje. No es novedad cruzarse con un zorro en la noche, o ver un cóndor sobrevolando las quebradas en el prístino amanecer o sorprenderte por la presencia de picaflores, pingüinos, chivos y hasta burros salvajes ¡es un lugar hermoso!

 

Posteriormente, en la edición N° 14 de la revista Tablista (1992), se divulgaron bellas fotografías logradas por Steve Wagner, de las azules olas de la izquierda potente que revienta en Punta Nonura. Fue un viaje hecho en un velero J/24, que traían al Perú desde Miami, tripulado por Enzo Rovegno, Aldo Ciccia, Dicky Pérez y Mario Chocano. Al año siguiente organizan una expedición Roberto Meza, Carlos Ochoa y Javier Campodónico, tablista de Pimentel. Con los datos brindados por Enzo Rovegno y Mario Chocano, viajaron hasta un pueblo ubicado en la bahía de Sechura llamado Puerto Rico. Alquilaron un bote allí a los pescadores y corrieron en Punta Nonura durante cinco días y también, por primera vez, en otra punta que llamaron Mal Nombre, una izquierda muy rápida y tubular. Fue una inmortal experiencia para los tres amigos, porque justo ese año se habían graduado como abogados en la Universidad de Lima, Carlos “El Perro” Ochoa y Javier “Javo” Campodónico.


Pedro Vásquez Huarcaya, shaper peruano innovador e inventor de la fórmula Epoxy F1.

 

La contribución peruana a las tablas modernas de EPS/Epoxy (RECUADRO)

Mi nombre es Pedro Vásquez Huarcaya y empecé a shapear en 1978. Era la época de la dictadura militar y de la escasez de blanks. La fábrica de Clark Foam en el Perú estaba clausurando y vendían sus últimos blanks a principios de los 80. A veces tenía que comprar lo que hubiese en su almacén, aún si era un blank 7’10” importado y de 3.5 pulgadas de grosor para shapear a mano una tablita 5’10” x 2.2. Considerando que no existían todavía las máquinas con computadora de hoy, shapear era una chamba significativa y no de la manera más eficiente. Un buen día, en el año 1982, hice unas pruebas con Teknopor (EPS) y evalué el potencial de usar ese material para hacer tablas. Fui un pionero a nivel mundial, adelantándome casi 20 años en el uso con éxito del EPS y la resina epóxica. Si bien hubo desarrollos similares en el mundo desde 1949 en Nueva Zelanda, Australia, California, Florida, Sudáfrica, Japón y Europa que yo desconocía cuando empecé, ninguno tuvo el éxito comercial, ni la evolución continuada, siempre con tecnología de punta, hasta el día de hoy.

 

Esto se logró hacer en el Perú y luego en el extranjero, con la inspiración de nuestro mar y sus olas. Busqué resinas menos tóxicas, de mejores propiedades y de excelente color. Diseñé procesos de fabricación más eficientes. Obtuve resultados en las competencias y con mis clientes. Además, hice un constante marketeo, invirtiendo en tablistas destacados y publicidad. El foam EPS es mucho más liviano, eso le dio a mis tablas una superioridad en las competencias y en las tablas para el tablista aficionado. La resina epóxica es más fuerte que la poliéster. Esa combinación dio como resultado unas tablas de sorprendente performance. El resto ya es historia.

CRONOLOGÍA

1978: Primera tabla Focus de foam poliuretano y resina poliéster.
1979: Se clausura la fábrica de Clark Foam (foam poliuretano) que funcionaba en el Perú.
1984: Primeras tablas Focus epóxicas fabricadas con foam de poliestireno expandido (EPS). Los team riders Germán Aguirre y Omar Renteros las ponen a prueba con éxito.
1985: Se introduce el uso de las fibras unidireccionales de carbono. En los longboards del campeón nacional Dayal Gayoso y en las tablas de Gustavo Valdivia para La Herradura.
1988: Niko Wilhelmi y Wayo Whilar experimentan en sus tablas el foam EPS y la resina epóxica.
1989: Emigro a los Estados Unidos. Mi hermano Luis Vásquez toma la posta de Focus Surfboards en el Perú. En California fabrico las primeras tablas epóxicas de poliestireno extruído (XPS) con la marca SVF y con la colaboración de Dow Chemical.
1999: Mi primo Javier Huarcaya toma la posta de la tecnología empezada por SVF y continúa desarrollando con éxito en los EE.UU. las tablas con poliestireno extruído en California.
2000: Desarrollo una nueva resina epóxica. De curado más rápido y mejores propiedades. Mejoré los ciclos de producción y además, con mejor color.
2005: En los Estados Unidos se clausura la fábrica de Clark Foam, el 5 de diciembre.
2006: Mi firma ECB (Expert Composites & Blanks) inicia la producción en el Perú de blanks moldeados de EPS. Súper fusionados y más resistentes a la absorción de agua y delaminaciones. Klimax, Wayo, Tello, Jerí, Focus, Lazy y marcas del extranjero prueban los nuevos blanks con éxito.
2009: Regreso al Perú. Introduzco mi resina epóxica F1 original.
2010: Desarrollo la resina epóxica F1 aditivada de ECB. Es una formulación con mejor color y resistencia a los rayos UV. Desarrollo una resina de reacción exotérmica lenta (que genera poco calor al curarse) para hacer la instalación del sistema de quillas FCS en las tablas.
2011: Introduzco en el mercado los blanks ultralivianos para SUP.
2012: Se mejoran las almas, usando madera de enchape unidireccional. Empiezo a trabajar con Piccolo Clemente.
2013: Piccolo gana el título de campeón mundial de longboard ASP usando exclusivamente la tecnología peruana EPS/Epóxica de ECB en sus tablas.
2014: Se reintroducen los refuerzos de fibra de carbono, hemp (cáñamo) y nylon en los blanks EPS con almas de papel. Son ultralivianos, de densidad 16, 20 y 30 kg/m3. Piccolo Clemente continúa ganando en las competencias internacionales y nacionales con sus longboards epóxicos fabricados con tecnología y materiales de ECB.

La destrucción de La Herradura

El año de 1983 resultó, en el ámbito local, funesto para los tablistas nacionales. El que entonces era el alcalde de Chorrillos, y cuyo nombre no vale la pena mencionar en este libro, propuso medidas tan absurdas como por ejemplo, derrumbar el muro del Club Regatas para que todos los bañistas tuvieran acceso a las instalaciones del centenario club chorrillano. Dicha gestión jamás pudo realizarse, entonces dirigió sus histéricos ataques hacia la playa La Herradura. Según el desdichado burgomaestre, construir una carretera que uniera La Herradura con la playa La Chira traería progreso al distrito, y de esta forma, perpetraron un crimen, que tuvo el resultado de echar a perder una de las rompientes más maravillosas del mundo.

 

La Herradura era un balneario paradisíaco, el punto de encuentro de los tablistas peruanos con una de las olas más grandes, agresivas y perfectas de nuestro litoral. Pero el funcionario edil, dejando de lado la tradición de esta playa, dinamitó las faldas del cerro y destruyó el delicado equilibrio del ecosistema donde lobos marinos, cangrejos, peces y aves de ese litoral habían vivido pacíficamente. Los veraneantes fueron los principales perjudicados, ya que las rocas que cayeron en el lecho marino, luego de las salvajes detonaciones, fueron arrastradas a la orilla y el antiguo lecho de arena, pronto se convirtió en una horrible playa de piedras. Las olas de La Herradura seguían reventando, pero nunca volvieron a ser las mismas. César Aspíllaga, uno de los maestros del arte de correr tubos en La Herradura, plasmó sus impresiones en un conmovedor artículo publicado en la revista Tablista a inicios de los noventa:

 

“Desde que pretendieron hacer la carretera hasta la playa La Chira, destruyendo la naturaleza que había, esta playa ha cambiado mucho empezando por las olas, que ahora sólo revientan cuando el mar está grande, y de una serie de seis olas, sólo una entra perfecta. Antes reventaba cuando el mar estaba mediano, y de una serie de seis olas, cinco eran perfectas. Esta pista inconclusa, aparte de haber malogrado una de las mejores olas del mundo, porque lo era, también ha perjudicado a los bañistas que frecuentaban la playa, que era toda de arena. Ahora es una playa de piedras. Los espectadores que quieren acercarse para ver mejor las olas y van caminando por esta pista, son presa de maleantes que deben venir de La Chira, ya que después de asaltar a la gente, se van por el lado de atrás del cerro. En esta obra se ha invertido mucho dinero y ha quedado abandonada. La Herradura ha sido una de las mejores olas del Perú y el mundo, y esto sólo lo saben los que las corrieron antes que la destruyan por gusto”.

 

Este lamentable episodio, es una pérdida irreparable de nuestro patrimonio natural. Es un recuerdo de lo frágiles que son nuestros ecosistemas marinos si es que se ensañan con ellos y de la importancia que tiene el proteger y cuidar este tipo de recursos. La destrucción de La Herradura como playa, ola, y lugar de esparcimiento, es una herida profunda en la memoria colectiva de los tablistas en el Perú y es además una dura lección para los tablistas peruanos de las futuras generaciones.

De vuelta a los torneos mundiales amateur

En el capítulo anterior, relatamos que los tablistas peruanos se retiraron en 1972 de la federación internacional de tabla (ISF) y que esa decisión provocó la paralización de la organización de las competencias mundiales hasta el año 1978. Ese año, la novata asociación internacional de tabla (ISA) emprende la organización del campeonato mundial amateur en Sudáfrica, pero el Perú decide no afiliarse a la nueva asociación internacional por una razón política de rechazo al “apartheid” en Sudáfrica. Esta decisión moral fue hecha por Luis Anavitarte Condemarín, el presidente de la Comisión Nacional de Tabla (CONTA) en esa época.

 

Este cambio de organización fue orientado en su fase inicial, por Basil Lomberg de Sudáfrica. El visitó varios países para lograrlo y luego fue elegido por las naciones fundadoras para ser el primer presidente de la International Surfing Association (ISA). Luego de realizarse tres torneos mundiales amateur en 1978 (Sudáfrica), 1980 (Francia) y 1982 (Australia) que, hay que decirlo, distaban mucho de los impresionantes despliegues organizativos logrados por Eduardo Arena Costa al mando de la ISF, el Perú decide participar desde el mundial amateur ISA de 1984 realizado en Huntington Beach, California. Esta importante gestión de afiliarnos a la ISA la hizo José “Pepe” Whilar en el año 1983. En ese período, Whilar era el presidente de la Comisión Nacional de Tabla (CONTA).

El mágico hallazgo de Pepinos

En un brillante y caluroso día sábado de verano, en febrero de 1984. Un pequeño grupo de tablistas vivió ese día una imprevista experiencia ¡correr una nueva ola! Uno de ellos era Roberto Meza, quien aquí nos relata lo que sucedió: “Estábamos en la mañana en el malecón de la playa Cerro Azul mirando el mar, y se nos acercó Carlos “El Flaco” Barreda para comentarnos que había visto una ola bonita en la desembocadura del río Cañete. Ese día en Cerro Azul no habían olas, fue fácil convencernos para que lo acompañemos”.

 

“Éramos Luiggi De Marzo, César Tapia, Ricardo y Roberto Meza. Al llegar a la desembocadura del río Cañete, nos dimos cuenta que había una mejor ola hacia el lado izquierdo y decidimos ir allá en el auto para mirar. Llegamos a un acantilado donde había una plantación de pepinos, y allí dejamos el carro. Bajamos con las tablas, caminando por una bajada colmada por la plantación de pepinos y no podíamos ver las olas por las plantas. Al final del camino, cuando llegamos a la orilla, recién pudimos ver bien las olas y nos sorprendidos cuando vimos que tenían un tamaño de medio metro a un metro. Corrimos esas izquierdas espectaculares casi por tres horas y desde aquel día llamamos a esa nueva playa, Pepinos. Fuimos nuevamente al día siguiente y después, muchísimas veces más. Pepinos es una ola izquierda, muy parecida en algunas secciones a la playa Señoritas, y podemos disfrutarla cuando el mar esta chico. También la corrimos muchas veces con el mar grande, en esos días las olas alcanzaban un tamaño de casi tres metros de altura”.

Rocío Larrañaga descubre la derecha de Punta Brava

Una ola trascendental fue descubierta en esta década desde un avión. En 1982 Rocío Larrañaga Leonhardt, haciendo el viaje de ida hacia Arequipa, observa por la ventana del avión unas espumas que reventaban ordenadamente en una desconocida isla ubicada al frente de la península de Paracas. Al regresar a Lima, entusiasmada le comentó su hallazgo a su novio Luiggi Boza. Dos años después, un amigo del trabajo de Luiggi, Lucho Alcázar, quien practicaba la pesca submarina, les mencionó a la joven pareja de esposos, que en la isla Independencia había visto unas olas apropiadas para practicar tabla. Esta noticia los estimuló y decidieron organizar un viaje para explorar ese lugar ignoto.

 

Convocados a una reunión en la casa de los padres de Luiggi, en una agradable noche de verano, Rocío y Luiggi revisaban los planos de esa zona con unos amigos. En esta reunión también estaba Andrés, hermano de Luiggi, quien comentó que recientemente había ido a la isla San Gallán a pescar con su amigo Enrique Dibós y que aprovechó para fotografiar las olas que reventaban allí. Inmediatamente todos revisaron las fotografías de esas olas. Se veían bien formadas, pero algo chicas. “Esa es la isla que yo vi desde el avión, es la que está ubicada al frente de la península”, exclamó Rocío señalándola en el mapa.

 

Entonces se tomó la decisión unánimemente. Ya no viajarían para explorar la isla Independencia, ellos harían una excursión a la isla San Gallán. Rocío y Luiggi tenían un amigo que era piloto de avión, Herbert Berger. Le pidieron que cuando sobrevolara esa isla, observara si veía olas. Al poco tiempo les llegó la ansiada confirmación y el grupo de expedicionarios viajó hacia Pisco en el mes de octubre de 1984. Al llegar al puerto de San Andrés, buscaron a los pescadores y al día siguiente, a las cinco de la mañana, un poco antes que empiece el amanecer, estaban a bordo del bote “Bismark”, Carlos Echecopar y Charo Vásquez, Peter Mongilardi y Ana María Valdés, Luiggi Boza y Rocío Larrañaga. Ellos emprendieron esa travesía llevando sus tablas, carpas y las provisiones e implementos necesarios para dormir en la isla.

 

Durante el viaje, en las amigables conversaciones con los pescadores, uno de ellos les dijo: “que reventaban unas olas caracol” en Punta Brava. Le pidieron entonces a los pescadores que se dirijan hacia ese lugar y al llegar, observaron el mar y no había olas. Luego se dirigieron al norte, hacia una playa desierta de la isla San Gallán ubicada frente a cinco pequeños islotes. Uno de ellos estaba repleto de lobos marinos. Los pescadores no desembarcaron, porque existe una superstición sobre esta isla. Las parejas pasaron la noche en una incómoda playa de piedras, donde había esqueletos de lobos marinos, lagartijas y mucho viento. Tenían que ponerles piedras encima a las sartenes y a los platos para que no salgan volando.

 

Al día siguiente, luego de tomar el desayuno, los pescadores de San Andrés los recogieron en su bote “Bismark”. Luiggi, Carlos, Peter y Rocío se pusieron los wetsuits. Charo y Ana María tomarían fotos. Se dirigieron hacia Punta Brava y al llegar se encontraron con la gran sorpresa ¡habían olas! Inmediatamente ingresaron al mar y al comienzo no estaban muy bien ubicados, porque ese día estaba ingresando un oleaje y las olas que reventaban eran cada vez más grandes. “Fue algo maravilloso para nosotros, pues se confirmaba que era un nuevo lugar para correr tabla. Todos sentimos una gran satisfacción mientras corríamos ola tras ola, no lo podíamos creer” fueron las palabras que Rocío escribió al contar la historia de este magnífico descubrimiento en la edición N° 14 de la revista Tablista. Luego de una larga sesión, regresaron al campamento y prepararon el suculento almuerzo. Más tarde los comentarios del lindo descubrimiento sólo se interrumpieron naturalmente al anochecer. Al día siguiente regresaron a Punta Brava y disfrutaron nuevamente esas maravillosas olas que jugosamente disfrutaron.


Izquierda: Primer número de la revista Tablista, dirigida por Javier Fernández Urbina. En la portada, drop de Luis Miguel De La Rosa Toro en Sunset Beach, con una tabla Hawaiian Island Creations del shaper Eric Arakawa. Derecha: Campeonato internacional en las olas de Punta Rocas (1985). De izquierda a derecha parados: Carlos Espejo, Juan Manuel Zegarra, Pierre Rodrigo, Ronald Raygada, Luis Fernando Gómez De La Torre, Alberto Maldonado, Roberto Meza, Walter Rohde y Javier Prado. En cuclillas: Martín Jerí, José De Col, Felipe Álvarez-Calderón, Pedro Klima y Luis Miguel De La Rosa Toro.

 

Surge la clásica revista Tablista

El mes de diciembre de 1985, trajo a los millares de tablistas que seguían multiplicándose a lo largo de la costa en nuestro lindo país, una nueva revista que revolucionaría todos los cánones del deporte. Nos referimos por supuesto a la revista Tablista. Durante tres décadas nos ha brindado los reportajes y entrevistas más espléndidas, las fotos más elocuentes, las historietas, dibujos y pinturas más creativas. Siempre publicando los anuncios de las principales marcas. Gracias a la unánime decisión de Javier Fernández Urbina “Ocu” y Javier Huarcaya Pró “Papaya”, quienes se sumergieron en el apasionante mundo de la tabla en el verano de 1978, disfrutamos el placer de leer un excelente medio de difusión, que ha sido también, una singular universidad, por erigir a muchos de los fotógrafos, dibujantes, pintores y redactores profesionales de tabla que tenemos hoy en nuestro país.

 

Tablista revisa minuciosamente la maravillosa historia de nuestro milenario deporte desde su inicio, denuncia sin temor los atentados irracionales contra las olas y apoya a las organizaciones de conservación del océano. Suministra los artículos más completos de las distintas playas descubiertas y organiza inolvidables exploraciones, respetando a sus destacados tablistas locales. Poseer una colección completa de la revista en casa, es el tesoro que un papá o mamá tablista heredará a sus hijos e hijas tablistas. La revista Tablista ha logrado sobrevivir con terquedad, creatividad y buen humor, los embates de las crisis más enormes que ha tolerado nuestra economía desde que apareció su primer número. Sigue saliendo para deleite de todos, ofreciendo una entretenida, diversa y genuina cobertura de la imparable evolución de la tabla peruana en todos sus estilos.


El inolvidable “Titi” De Col recorriendo el interior de un tubo en Cabo Blanco, Piura.

 

La Federación Peruana de Tabla (FEPTA)

En el mes de febrero de 1986, la Comisión Nacional de Tabla (CONTA) fue sustituida por la Federación Peruana de Tabla (FEPTA) gracias al acertado y visionario soporte brindado por el jefe del Instituto Peruano del Deporte (IPD) Víctor Castagnola. Esta institución deportiva que representa a la tabla había sido fundada en 1962 y se renovó con los valiosos aportes de los presidentes de la CONTA de esta década, Luis Anavitarte y José Whilar. Luego, el primer presidente de la FEPTA fue Ode Aguad Abusada y realizó una buena gestión. Con ese nuevo estatus, la tabla pudo obtener un mayor presupuesto para organizar sus actividades. Se logró organizar un calendario anual con competencias en diferentes playas y durante todo el año. También se logró impulsar la participación de la selección peruana a los mundiales ISA ¡la meta era volver a ganar un título mundial!

 

La tabla en el Perú empezó a reformarse para ser un deporte más profesional y distinguido gracias a la constante organización de un gran número de competencias impulsadas por la FEPTA y por las ligas de tabla formadas en Cañete, La Punta, Huanchaco, Pacasmayo, Pimentel y Piura. Por ejemplo, en Huanchaco se organizaba con grande entusiasmo el Campeonato de la Marinera y el Campeonato de la Primavera. En Pacasmayo se hacia el Tradicional de Semana Santa que promovía la tabla y la música rock peruana. Eran importantes y divertidos torneos que reunían a los mejores competidores norteños y limeños.


José De Col, Martín Jerí, Roberto Meza, Ricardo Meza, Christian Rohde y Antonio Hinojoza. Máncora, 1986.

 

Grandes tablistas de los ochenta

En esta década surgió la amenaza del terrorismo, lo cual se reflejó en muchos aspectos de la realidad nacional. Por un lado, los viajes en busca de olas se vieron obligadamente restringidos y los torneos más importantes, como el José Duany, no pudieron realizarse en algunos años. Pero a pesar de todas las dificultades, nuestros mejores tablistas se encargaron de agitar la escena local.

 

El gran Óscar Malpartida se coronó campeón nacional en 1980 y 1981, sumando dos coronas a la que obtuviera en 1972. El “Gordo” Barreda nos contó que su gran rival deportivo fue Óscar Malpartida, y nosotros pudimos percibir en sus palabras el gran cariño y respeto que el “Gordo” siempre sintió por el “Chino” Malpartida. Raúl Calle “Patero” era el más radical con las tablas de una quilla, pero el campeón nacional 1982, Brad Waller, fue el tablista más innovador porque usaba una quilla hueca diseñada por su padre Harold E. Waller y era capaz de esbozar maniobras maravillosas como, por ejemplo, hacer un giro de 360° metido en un tubo. Luis Miguel De La Rosa Toro, el popular “Magoo”, famoso por sus rollers y sus quiebres contra su lado, tuvo el privilegio de recibir las enseñanzas del “Gordo” Barreda y es uno de los primeros en correr Cabo Blanco. “Magoo” posee el impresionante récord de haber obtenido siete campeonatos nacionales.


En sentido horario: un maestro del surfing norteño y tablista de ola grande, Fernando “Wawa” Paraud, dibujando un bottom turn contra su lado en La Vuelta de Los Órganos. Rocío Larrañaga, súper tablista y remadora posando con los caballitos de totora en la playa Waikiki, Miraflores. Omar Renteros, uno de los tablistas peruanos más radicales en los ochenta, metiéndose su clásico roller vertical en el Huaico.

 

En 1984 el gran Mario Chocano se coronó campeón nacional de tabla, luego, en 1985, el título lo obtuvo Luis Fernando Gómez De La Torre, el popular “Luisfer”, cuya habilidad en las olas con una tabla de cuatro quillas era impresionante. No podemos olvidarnos del gran Carlos “Chalo” Espejo, otro de los personajes importantes en la década de los ochenta, que también heredó las enseñanzas del “Gordo” Barreda y logró ser dos veces campeón nacional (1986, 1987). Esta lista estaría incompleta si no mencionáramos a José “Titi” De Col, campeón nacional 1988 y 1989, fue un valiente tablista con un estilo radical y arriesgado. Está también, por supuesto, el gran César “Mr. Tubo” Aspíllaga, el hombre que tiene el mayor kilometraje de recorrido dentro del tubo en la historia de la tabla nacional. También Roberto “Muelas” Meza impresionó a todo el mundo con sus espectaculares cutbacks, explosivamente radicales.

 

En esos años, brilló la figura de Juan Manuel Zegarra “Sugui”, otro discípulo del “Gordo” Barreda que cuando entraba a La Pampilla se las arreglaba para monopolizar el 80 por ciento de las olas. También destacó la bellísima Rocío Larrañaga, sobresaliente remadora de larga distancia y competidora (concursaba contra los hombres) a quien le agradecemos eternamente el descubrimiento de la mítica rompiente de San Gallán. Y en el norte, el legendario Jesús “Zorro” Florián, local de Chicama, era uno de los tablistas más afortunados del mundo entero y en las entretenidas olas de Huanchaco surgió Luis “Chino” Suzuki, un fuerte rival en los campeonatos norteños de convocatoria nacional.


En sentido horario: Roberto Meza contra su lado en Máncora. Roberto y Ricardo Meza con Javier Huarcaya. Max De La Rosa Toro en la derecha de Cerro Azul. De izquierda a derecha: Manolo Lozano (5° Ecuador), Omar Renteros (campeón), Roberto Meza (subcampeón), Tommy Salazar (3°) y Mark Block (3°) en el evento internacional de Montañita en 1989. Luis Fernando Gómez De La Torre, campeón nacional en 1985. Luis Miguel De La Rosa Toro compitiendo en Oahu, Hawái en los ochenta.

 

En esta trascendental lista ochentera debemos añadir los nombres de Milton Whilar, Max De La Rosa Toro, Javier Huarcaya, Oswaldo Vélez, Martín Jerí, Luis “Chato” Rojas, Carlos Velarde (tablista de ola grande), Rodolfo Klima (artífice de las tablas Klimax), Fernando Paraud, Pierre Rodrigo (uno de los mejores en La Herradura y Cabo Blanco), Ricardo Labarthe (muy fluido en las olas potentes y tubulares), Omar Renteros (un súper capo haciendo maniobras) y a los hermanos Walter y Christian Rohde, que se escapaban de Lima rumbo a Panic Point en cada buena crecida.